
Hace más de una década que el Grupo Isolux Corsán nació, pero nadie auguraba que la séptima constructora española tuviera que enfrentar una situación tan complicada como la actual, donde la deuda se ha convertido en su peor enemigo.
El grupo español se creó en 2004, cuando Isolux Wat compró el 100 por cien del capital de Corsán Corviam, en una operación valorada en más de 330 millones de euros, que buscaba diversificar el negocio de Isolux.
De hecho, hacía sólo un par de años que esta firma había sido adquirida por el equipo directivo, liderado por Luis Delso y José Gomis.
Tras la fusión, Isolux Corsán fue ganando progresivamente peso en España y a nivel mundial, hasta convertirse en uno de los mayores grupos de infraestructuras. En este sentido, cabe recordar que la compañía desarrolla su actividad en más de 40 países y que su cartera de negocio de construcción (EPC) llegó a contar con 7.107 millones de euros a cierre de 2014.
Sin embargo, las luces de alarma se encendieron al presentar los resultados correspondientes a ese mismo ejercicio, cuando la compañía entró en números rojos y la intención de salir a bolsa para captar 600 millones de euros -que destinaría a reducir deuda financiera- quedó en el olvido.
Eso se unió a los impagos a los proveedores y la consecuente cancelación de proyectos (como el metro de Sao Paulo, en Brasil), que sumió al grupo de infraestructuras en una profunda crisis.
Frente a esta situación, el verano pasado Isolux logró un acuerdo con sus principales acreedores para extender de 2017 a 2020 el vencimiento de su principal préstamo sindicado, cuyo importe ascendía a 263 millones de euros. A esto se unió el plan para reorganizar sus activos y reducir su carga finaciera. Ahora, las desinversiones y la toma de control por parte de los bancos parecen el único futuro para Isolux, después de más de 80 años de vida.