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El ejército de EEUU jubila a la mujer que pone voz a sus cazabombarderos

  • Su inconfundible acento de Tennessee protege a los pilotos de los F-18
Leslie Shook (los pilotos la llaman Bitchin' Betty) puso voz al sistema informático de 2.000 aparatos en todo el mundo. BOEING

Leslie Shook entró en la historia de la aviación estadounidense por puro accidente. A mediados de los 90 trabajaba en el departamento audiovisual de McDonnell Douglas, coordinando la producción de contenidos como imágenes o anuncios y asegurándose de que en las conferencias públicas se escuchaba bien a los ejecutivos de la compañía. Pero, sin pretenderlo, su voz acabó en la cabeza de miles de pilotos de la fuerza aeronaval norteamericana.

A esta mujer de Tennessee, que había entrado en la compañía antes de cumplir los 30, le llamaron un buen día de uno de esos departamentos de desarrollo de armamento a los que sólo se puede acceder con la correspondiente autorización del Gobierno para supervisar una grabación de audio.

McDonnell Douglas estaba desarrollando entonces el F-18 Super Hornet, una versión mejorada y actualizada del cazabombardero con algunas funciones nuevas, como avisos sonoros que permitirían al piloto estar al tanto de algunas situaciones críticas sin necesidad de bajar la vista hacia los controles.

La voz elegida, y esto era ya una tradición en los aviones de combate, sería femenina. Porque dicen algunos, que dicen los estudios, que en momentos de máxima tensión los hombres prestan más atención a la voz de las mujeres que a las de su mismo género.

Sin impugnar la tesis, y dejando a un lado que, como se demostraría, es notablemente miope fabricar aparatos pensando en que sólo los van a manejar hombres (Kara Hultgreen ya despegaba desde un portaaviones en 1994), lo cierto es que la práctica totalidad de fabricantes de aviones de combate siguen eligiendo voces de mujeres para animar sus ordenadores de a bordo.

En el caso del Super Hornet, una locutora profesional había intentado decenas de veces, en la tarde elegida para sintetizar su voz, convertirse en algo así como el alma del nuevo avión. Pero al coronel de la Armada de Estados Unidos que supervisaba una y otra vez las pruebas de grabación el resultado no le convencía: su voz era demasiado dulce, pensaba, para un aparato supersónico de 14 toneladas.

A Shook la sesión se le estaba haciendo larga, tenía hambre y estaba cansada. Así que dejó la mesa de mezclas para intentar dar algunos consejos con los que convertir a la dulce locutora en una voz marcial. Pero el coronel, en vez de trasladárselos a la profesional, pidió a Shook que se pusiese delante del micro y repitiese algunas frases sencillas: "¡Bingo! ¡Bingo!"

Que significa que el avión ha consumido ya la mitad del combustible disponible y es buena idea echar un vistazo al mapa para saber qué distancia queda hasta el aeródromo aliado más cercano.

O "Pull up! Pull up!", que advierte al piloto de que, como no tire de la palanca de mando, su avión va camino de estrellarse contra el suelo. Y así hasta quedaron grabados hasta 50 comandos diferentes, todos con el áspero timbre y el inconfundible acento sureño de Shook, del que ella misma reniega: "Nadie se quejó nunca de eso. Pero yo he sido mi más dura crítica".

Los comandantes de las aeronaves apodan a la voz de Shook, y otras similares, como Bitchin' Betty, haciendo una referencia quizá no demasiado educada a su tono irritante. Claro que esa es precisamente su función, como ella misma recuerda: "un piloto me contó que estando en el aire, escuchó mi voz gritándole: ¡Vira a la derecha! ¡Vira a la derecha!" y lo hizo sin pensar, sin saber qué estaba pasando. "Si no lo hubiera hecho, habría muerto", recuerda emocionada.

Dos décadas después, y aunque esta Bitchin' Betty se jubile, su voz áspera e inquisitiva seguirá resonando aún en las cabinas de los cinco centenares de Super Hornet y en los más de 1.500 F-18 de generaciones anteriores que aún se utilizan en todo el mundo -también en España-. Molesta en ocasiones, pero atenta siempre a dar un consejo que podría marcar la diferencia entre morir en acto de servicio, o volver sano y salvo a casa.

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