Reposan sobre el fondo de las profundidades marinas, entre la poca vegetación y los escasos animales que resisten las duras condiciones del medio. Los cables submarinos son los encargados de transportar el 95 por ciento del tráfico internacional de datos y llamadas de voz que cada día recorren de punta a punta el planeta. La información ya no tarda semanas, días u horas en llegar a su destino, sino que lo hace en apenas unos segundos.
No son, haciendo honor a Julio Verne, 20.000 leguas de cable submarino (110.000 kilómetros); hablamos de más de 800.000 kilómetros de fibra óptica dispersa bajo el agua. Esta distancia es muy superior a la de kilómetros lineales de cable, pues dentro del envoltorio hay varios hilos conductores. Este hecho multiplica la cantidad de kilómetros reales que existen de fibra óptica, los cuales suponen el soporte fundamental de las comunicaciones de todo el mundo.
Según datos facilitados por TeleGeography, una empresa norteamericana que investiga y elabora informes sobre la situación del mercado y la instalación de cables submarinos, a lo largo del año 2007 el crecimiento del sector fue del 20 por ciento, gracias a una demanda de banda ancha que va en aumento y al incremento en el uso de la que ya existe.
De hecho, en febrero de este año se confirmó la construcción de un cable de fibra óptica que unirá a finales de 2010 Los Ángeles con Tokio, o lo que es lo mismo, Asia con América. El ancho de banda de los 10.000 kilómetros de cable que está previsto desplegar permitirá una velocidad de transferencia de 7,8 terabits por segundo, una velocidad impensable hace años. El coste de la instalación se estima en más de 200 millones de euros.
Años difíciles
Pero las cosas no siempre han ido tan bien para las empresas involucradas en esta serie de servicios. Alan Mauldin, director de investigación de TeleGeography, explica que "durante los años 2000 y 2002 el sector vivió un brusco descenso en su actividad como consecuencia de un exceso de oferta y de capacidad en las líneas de fibra óptica, lo que hizo que los precios se redujesen considerablemente. Esto condujo a una situación financiera muy problemática que afectó a casi todas las operadoras de este tipo de cable."
Muchas empresas estuvieron al borde de la bancarrota, como ocurrió con Global Crossing y FLAG Telecom, pero hoy en día la situación se ha estabilizado. Pese a que los precios siguen bajando, la demanda, desde entonces, ha permanecido creciendo a buen ritmo, evitando un colapso en los beneficios de las empresas.
La inversión realizada durante el año pasado en este tipo de sistemas de comunicación fue de apenas 150 millones de euros. La cifra más alta invertida de manera global en la construcción de cable submarino se alcanzó en 2001, cuando el coste ascendió hasta los casi 9.500 millones de euros.
A pesar de la recuperación del sector en los últimos años, tras el pinchazo de la burbuja de principios del siglo XXI, se espera que el futuro no sea precisamente un camino de rosas. "Las empresas tendrán que actualizar sus sistemas para poder soportar el aumento en el volumen del tráfico de información, continuar peleando con una dura competencia y, mientras tanto, asegurarse de que se suplen las necesidades que vienen impuestas por los clientes de las operadoras", explican desde TeleGeography.
Más funcional que el satélite
Este tipo de cable subacuático, que puede llegar a tener más de 30 centímetros de diámetro, se instala en las profundidades gracias a unos enormes buques cableros. Este sistema de comunicación se encarga de casi la totalidad de las comunicaciones que se llevan a cabo en el mundo y ofrece una cobertura muy superior a la que viene dada por el satélite. El Comité Internacional para la Protección del Cable señala que sólo un 5 por ciento de las transferencias de datos y de voz se llevan a cabo por este medio.
Los satélites se utilizan en mayor medida para dar cobertura a pequeñas islas o zonas aisladas y para cuando los desastres naturales, grandes enemigos de los cables, han destrozado parte de la infraestructura submarina. Y es que, junto a este tipo de catástrofe, las anclas de los barcos, los piratas y algunos animales también suponen un handicap para las operadoras, que invierten al año cientos de millones en reparaciones. De hecho, sólo en el Atlántico se producen cerca de 50 roturas anuales.
El amarre en nuestras costas
En España, los principales puntos de amarre (landing station) que recogen la información que atraviesa los mares están en Bilbao, Conil (Cádiz), Islas Baleares, Valencia, Santander y Estepona (Málaga). El 99 por ciento de estas estaciones pertenecen actualmente a Telefónica, que desde ahí distribuye por cables terrestres de banda ancha la información que llega hasta estos puntos situados, generalmente, a pocos kilómetros de las costas. Juan Carlos Sánchez, encargado técnico de Reliance Globalcom en España, explica que "el departamento de costas delimita unas zonas de exclusión protegidas de la navegación, y es ahí donde se colocan las estaciones. Es más fácil obtener los permisos de amarre si los cables van a parar a estos lugares.
En función de los acuerdos que hayan alcanzado las teleoperadoras propietarias de una base y el resto, se da salida a la comuniación por tierra".
Los cables terrestres son diferentes de los que van bajo el agua. Sobre la superficie, uno de los cables puede llevar en su interior hasta 128 líneas de fibra óptica, lo que multiplica los kilómetros terrestres de este sistema en España. En total, y según datos facilitados por la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones (CMT), en España en el año 2007 había casi 1.800.000 kilómetros de fibra óptica instalada. Esta cantidad es superior a la cifra de infraestructura submarina, pero hay que tener en cuenta que no se trata de kilómetros lineales, sino que la distancia va en función de fibra óptica colocada en el interior de los cables.
Dentro de nuestras fronteras tocamos a 19 líneas de banda ancha por cada 100 habitantes. En total, que estén instaladas y permanezcan activas, en todo el ámbito nacional hay poco más de 8,5 millones de líneas de alta velocidad, con una tasa de crecimiento interanual del 16 por ciento. Sólo en junio de este año el incremeto derivado de este tipo de cable supuso 60.000 nuevas líneas.
Cerca del 50 por ciento de los hogares en España tiene acceso a Internet gracias a todas las infraestructuras instaladas, pero aún pemanece muy por debajo de países europeos como Holanda, con tasas de casi el 80 por ciento.