
Greenpeace está valorando las diferentes posibilidades disponibles para hacerse con las del grupo Vattenfall en Alemania, como parte de una iniciativa para forzar al país a abandonar la generación de energía a partir del carbón.
El grupo ecologista quiere iniciar las negociaciones con Vattenfal después de que la empresa pública sueca anunciase su intención de vender activos, según ha confirmado Annika Jacobson, la máxima responsable de Greenpeace en el país escandinavo.
Las plantas de generación y las minas de Vattenfall, con una capacidad combinada que asciende a 8.000 megavatios, se han valorado en un rango que va de los 2.000 a los 3.000 millones de euros, según analistas del Landesbank Baden-Wuerttemberg.
"Hay muchas maneras de financiar una adquisición así, y estamos valorándolas", afirma Jacobson, que reconoce que la organización podría estar considerando la posibilidad de comprar sólo partes estratégiicas del negocio.
Adiós al carbón
Juha Aromaa, otro portavoz de Greenpeace, afirma que el precio final de la hipotética adquisición podría estar afectado por las políticas destinadas a terminar de una vez por todas con la generación de electricidad a partir de la quema de carbón.
En cualquier caso, Aromma señala que Greenpeace podría acudir a una mezcla de fuentes de financiación que incluyese tanto donaciones directas de particulares, micromecenazgo y otras posibilidades.
Desde Vattenfall señalan que todas las opciones para encontrar a un comprador de los activos en venta están en venta, y que cualquier proposición "seria será bienvenida", en referencia directa al anuncio de Greenpeace.
Un analista de Metzler Seel Sohn & Co. KGaA explica que el movimiento de la organización ecologista podría estar destinado, antes que a hacerse con el negocio contaminante para cerrarlo, a forzar al gobierno de Angela Merkel a que determine de forma clara cuánto tiempo le quedan a las plantas de lignito en Alemania.
Para determinar el valor de esas instalaciones, explica, será necesario que el ejecutivo aclare primero este extremo. Sin esa toma de posiciones del regulador, la venta -a Greenpeace o a otros postores- no podría materializarse al no haber un precio cierto.
Pero el movimiento de Greenpeace es doble, puesto que también obliga al gobierno sueco -propietario de Vattenfal- a dejar aún más claro su compromiso con las energías renovables.