
George Soros ha invertido en las últimas semanas en dos de las mayores empresas de carbón del mundo, Peabody Energy y Arch Coal. Las cantidades no son relevantes para su fortuna, apenas 1,8 millones de euros, pero se trata de una actuación llamativa después de haber fundado el think tank climático Climate Policy Initiative y de haber dicho aquello de "no hay una bala mágica contra el cambio climático, pero hay una bala letal: carbón".
Para muchos analistas, se trata de un movimiento especulativo, porque la industria carbonera está de capa caída en EEUU -ambas empresas han perdido más del 90% de su valor en bolsa- y porque la tendencia de los países ricos es arrinconar el carbón, pero los países emergentes dan otro tipo de señales, sobre todo en el sudeste asiático, en India, Vietnam, Indonesia y, hasta ahora, China.
Un reciente informe de Sierra Club y CoalSwarm indica que hay 2.177 plantas de carbón en desarrollo, de las que 557 ya están en construcción, con 276 GW. Entre 2005 y 2013 se han añadido 636 GW y las que están en desarrollo, otros 1.000 MW. Sólo con que un tercio de esa potencia se ponga en marcha será imposible alcanzar el objetivo climático de que el planeta sólo se caliente dos grados centígrados este siglo.
China, el mayor consumidor de carbón
No obstante, China, el mayor consumidor de carbón del mundo, lleva dos años seguidos reduciendo su consumo, tanto por la ralentización de la economía -que es crisis en el sector de la industria pesada-, como por la guerra a la contaminación que ha declarado el Gobierno, ante los graves problemas de la salud pública que afronta.
China se ha lanzado a buscar alternativas al carbón y su despliegue de renovables, gas, nuclear e hidroeléctrica es espectacular. India le va a la zaga. ¿Qué ocurrirá finalmente con el negro mineral?