Joaquín Rábago
Londres, 12 sep (EFECOM).- El primer ministro británico, Tony Blair, se metió hoy en la boca del lobo al pronunciar un discurso en el congreso de los sindicatos británicos, en medio de protestas por la guerra de Irak y su agenda privatizadora de los servicios públicos.
En su última intervención como jefe de Gobierno en ese congreso anual de los tradicionales aliados del laborismo, Blair vio como alrededor de una treintena de sindicalistas abandonaban la sala de Brighton donde se celebra el congreso, mientras otros agitaban pancartas con leyendas como "Blair, fuera" o "Vete ya".
El líder del sindicato de transportes RMT, Bob Crow, protagonizó una estampida al frente de algunos afiliados mientras se preguntaba en voz alta por el sentido de "escuchar a alguien al que no se puede creer ni una palabra de lo que diga".
"Cuando estaba en la oposición, Blair prometió unos ferrocarriles públicos, una política exterior ética y leyes laborales plenas, y lo que nos ha dado en cambio son privatizaciones, guerras ilegales y la legislación más antisindical de toda Europa", denunció Crow.
Otros sindicalistas interrumpieron e increparon al orador mientras mostraban pancartas en la que exigían la salida de las tropas británicas tanto de Irak como de Afganistán.
Cuando Blair se refirió al terrorismo islámico para quejarse de que muchos occidentales vean como "una amenaza" al presidente de Estados Unidos, George W. Bush, y no al "terrorismo islámico", varios delegados gritaron "Claro que sí" y otros, "Tropas fuera".
Visiblemente irritado, el líder laborista les dijo que debían estar, por el contrario, "orgullosos de lo que estamos haciendo en apoyo de los demócratas de Irak".
"Podéis levantar las pancartas referidas a las tropas, pero la razón por la que nuestras tropas están allí es porque los gobiernos democráticos de Irak y Afganistán las necesitan para proteger a sus pueblos contra los talibanes y Al Qaeda", agregó.
"No hay justificación alguna para el terrorismo, nunca la hubo y jamás la habrá. Así que hay que combatirlo donde quiera que esté", afirmó el estrecho aliado de Bush en esa lucha.
Blair advirtió además a los sindicalistas del peligro de la falta de unión en su movimiento, porque esto sólo serviría para ayudar a los conservadores a reconquistar el poder, y les recordó que durante los dieciocho años del anterior gobierno conservador, el líder laborista no había podido hacer otra cosa que "oponerse".
Dirigiéndose a los británicos en general, el Primer Ministro les dijo que no debían "asustarles" las consecuencias de la inmigración, como el incremento del número de inmigrantes o la mayor competencia internacional, y aseguró que las recientes oleadas de inmigrantes de la Europa del Este han favorecido a la economía del Reino Unido.
Blair cogió también el toro por los cuernos al hablar de la privatización, la bestia negra de los sindicatos, y dijo que las inversiones en los servicios públicos deben ir acompañadas de reformas.
"Seamos claros en esto. El Servicio Nacional de Salud y los servicios públicos han mejorado", aseguró Blair, según el cual esa mejora tenía un doble motivo: el mayor dinero invertido y también las reformas.
Al final de su discurso, los delegados le tributaron un aplauso que duró apenas treinta segundos.
Mientras tanto, antes de dirigirse a Brighton, donde asiste esta noche a una cena con los líderes sindicales, el canciller del Tesoro, Gordon Brown, elogió el discurso que acababa de pronunciar el Primer Ministro y criticó a quienes habían abandonado la sala para no escucharle.
"Insto a todos los sindicalistas a apoyar la agenda de reformas expuesta por Blair y apoyada por todo el Gobierno", dijo Brown en un claro intento de tender puentes tras el fuerte encontronazo que, según la prensa británica, tuvieron ambos políticos la pasada semana por la negativa del Primer Ministro a concretar la fecha de su abandono definitivo del poder.
Ante las presiones de un número creciente de diputados laboristas, Blair anunció el pasado jueves que el próximo congreso de ese partido, que se celebra a final de mes en Manchester, sería el último al que asistiría como jefe de gobierno, aunque se negó a dar más detalles o a apoyar a Brown como su sucesor. EFECOM
jr/prb
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