Los líderes de la UE dieron la pasada semana su visto bueno a la estrategia trazada por la Comisión Europea para conseguir una unión energética digna de tal nombre. Sobre la mesa pesan dos cifras que dibujan una de las principales debilidades estructurales europeas: la UE importa un 53% de su energía, con un coste de 400.000 millones de euros, según cálculos de la Comisión.
Los 28 socios europeos hasta ahora no sólo no se han beneficiado de tener un mercado energético integrado, sino que además han sufrido las consecuencias de la "guerra del gas" utilizada por Rusia para dividir y vencer a las capitales europeas. Mientras, nuestro país continúa sin un plan energético claro, atrapado por la lucha contra el déficit tarifario, castigado por el aislamiento energético peninsular y agitado por los vaivenes en el campo de las renovables. Hace falta una respuesta clara justo en un momento en el que los principales cambios geopolíticos han llegado por el flanco energético, debido sobre todo a la revolución de los combustibles de esquisto en EEUU y a la caída de los precios del petróleo.
"Si somos capaces de desarrollar un mercado de la electricidad, en el que verdaderamente haya redes interconectadas, y sistemas de formación de precios más armónicos, además de verdadera competencia interna entre los operadores, y los consumidores tengan acceso a contadores inteligentes y puedan gestionar la demanda de energía que realizan, habremos dado un gran paso adelante", resume el comisario de Energía, Miguel Arias Cañete, en conversación con elEconomista.
Beneficios para los periféricos
Cañete ha sido el responsable de preparar el plan, junto con su jefe, el vicepresidente para la Unión Energética, Maros Sefcovic. Para el comisario español, la estrategia "beneficia sobre todo a los países que están en la periferia, y que tienen más dificultades de interconexión", como son las naciones bálticas, Malta, Chipre y sobre todo España.
Tras una intensa labor diplomática, con el respaldo de Portugal, y finalmente la complicidad de Francia, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, consiguió centrar el primer foco de discusión en las islas energéticas de Europa, sobre todo el aislamiento histórico de la Península Ibérica. Con la mirada puesta en el 6% de interconexión actual entre España y Francia, los líderes europeos se comprometieron el pasado octubre a que todo socio de la unión cuente con al menos un 10% de interconexión de la demanda total en 2020 y el 15% en 2030.
Para lograr este objetivo, nuestro país cuenta con la disponibilidad de Bruselas a considerar todas las conexiones en estudio (Golfo de Vizcaya-Aquitania, otros dos cables transpirenaicos y el plan de gasoducto Midcat) como proyectos de interés comunitario, lo que le daría acceso a fondos comunitarios a través del programa Connecting Europe.
Además, estas obras contarán con el respaldo de la ingeniería financiera del llamado plan Juncker, que pretende movilizar hasta 315.000 millones de euros, sobre todo del sector privado. Pero "el plan Juncker no son sólo interconexiones", dice el español. Por eso, Cañete lleva tiempo centrando la mira del nuevo plan de inversión en otro terreno que ofrece "enormes posibilidades de desarrollo para nuestro país". Es la eficiencia energética, una de las intervenciones "más rentables" que se pueden realizar.
Los sistemas de aislamiento, calefacción y refrigeración de las viviendas españolas se pueden mejorar "sustancialmente" por su antigüedad, opina el comisario. Estas obras generan mucho empleo, benefician sobre todo a pymes, y se pueden aplicar en poco tiempo, repasa el exministro del PP. Pero invita al Gobierno español a "considerar" cambios en las leyes de propiedad horizontal, ya que las obras en los bloques de viviendas requieren mayorías "muy cualificadas". Según Bruselas, un 1% conseguido en eficiencia energética reduce las importaciones de gas en un 2,6%.
Posición estratégica de España
El refuerzo de las interconexiones gasísticas ofrecería la oportunidad de que España se convirtiera en parte importante de la solución a los problemas de seguridad energética europea, sobre todo por su dependencia de Rusia, de donde llega el 30% del gas al Viejo Continente. Las siete plantas de gas licuado que tiene nuestro país infrautilizadas (el país con mayor número de plantas en Europa) y la conexión con Argelia pueden ofrecer la respuesta al origen del empeño del mercado energético común.
"España tiene grandes posibilidades de competir por tratar de ser el país en el que se ubique el hub mediterráneo (de gas licuado), por el que muchos países de la UE están compitiendo en convertirse", subraya Cañete. Para ello, se requiere infraestructura, suministro suficiente (para lo que España ya mira a países como México o EEUU) y transparencia. Y sobre todo, recuerda el comisario español, una estrategia nacional de gas natural licuado.