Los primeros espada de las multinacionales aprovechan el Salón de París para exponer a los políticos sus inquietudes respecto a las limitaciones mediambientales y la recuperación económica
Los fabricantes de automóviles europeos saben que son la punta de lanza de la recuperación económica y que la evolución del sector es un termómetro del estado de ánimo de los consumidores europeos. Si el sector toma una cierta velocidad de crucero, se inicia un círculo virtuoso de consumo y creación de empleo, pero si las ventas se paralizan la economía también tiende a hacerlo. Además, esta industria funciona como un gran transatlántico y cambiar de rumbo ni es fácil ni es rápido. Entrar en una deriva negativa es garantía de un largo periodo de vacas flacas.
En esta coyuntura se está celebrando el Salón del Automóvil de París, que junto al de Ginebra (Suiza) y al de Francfort (Alemania), son los únicos que reúnen a todo el sector. Durante las jornadas previas destinadas a la prensa, los primeros directivos de las multinacionales continentales aprovecharon para exponer sus preocupaciones. Las ventas en Europa no acaban de despegar y el objetivo de regresar a las cifras previas a la gran crisis económica parece alejarse (ya se sitúa más allá de 2016).
Junto al problema de los volúmenes de venta, la guerra de precios está reduciendo los márgenes de los fabricantes y los costes están aumentando debido a que la Unión Europea cada día se muestra más exigente con los niveles de emisiones contaminantes que producen los vehículos. Bruselas ya exige a los fabricantes que en 2020 los motores emitan por debajo de los 95 gramos de CO2 y, antes de conseguir esa cifra, ya se está hablado de exigir niveles inferiores.
Reducir los niveles de emisión
El presidente de Volkswagen, Martin Winterkorn, fue muy crítico durante la presentación de sus nuevos coches: "cada gramo de emisiones de CO2 que reducimos en nuestros coches nos cuesta 100 millones de euros" y eso es un nivel de inversión que no todos los fabricantes pueden mantener.
De hecho, para cumplir el reto, los dos grandes fabricantes franceses han unido esfuerzos y han recibido más de 400 millones de ayudas directas del gobierno francés. El propio presidente de la República, François Hollande, acudió a la feria de París para anunciar que, Renault y PSA Peugeot-Citroën podrán comercializar coches que consuman dos litros de combustible por cada 100 kilómetros "en el horizonte de 2019-2020". Hollande se felicitó de la alianza entre los fabricantes para el desarrollo de esa tecnología de bajo consumo y afirmó que "hay que estar orgullosos de la industria automovilística francesa porque es puntera y porque somos los mejores en un cierto número de vehículos". El presidente socialista señaló que hace dos años la industria automovilística francesa "estaba en crisis" con "grandes dificultades" en el mercado, pero desde entonces ha habido "esfuerzos" de los fabricantes y del Estado y "los resultados están aquí". En su opinión, "la industria automovilística francesa se recupera. Es bueno para la actividad, es bueno para el empleo y es bueno para nuestras exportaciones".
Frente a las quejas de Volkswagen, Francia es un firme defensor de las exigencias medioambientales, ya que actúan como un arancel encubierto y, por el momento, han conseguido frenar la entrada en el mercado europeo de los fabricantes chinos. Sin este tipo de freno, los fabricantes orientales, con precios muchos más baratos, camparían a sus anchas y los coches franceses podrían ser barridos del mercado. Por el momento, con esta estrategia medioambiental, Renault y Peugeot-Citroën confían en poder vender en China igual que hacen los alemanes sin dejar expuesto su mercado doméstico.
Por su parte, los fabricantes alemanes, que han sido capaces de conquistar el mercado chino con un euro fuerte, ahora no verían mal una cierta devaluación de la moneda europea. La rebaja del valor aumentaría la competitividad de las fábricas de Europa y supondría una mejora del margen comercial de los productos. Ese beneficio podría utilizarse luego para incrementar los resultados o para hacer frente a la guerra de precios que vive el sector.
En París, la industria francesa del automóvil habla portugués de la mano de presidente de la Alianza Renault-Nissan, el brasileño Carlos Ghosn, y del presidente de PSA Peugeot-Citroën, el portugués Carlos Antunes Tavares. Su presencia en las cúpulas directivas en un país tan chovinista como Francia demuestra que franceses y alemanes están librando la última gran batalla por el control de un mercado europeo donde los italianos de Fiat o los americanos de Opel o Ford ya juegan un papel secundario.
Volkswagen pugna por el liderazgo mundial con la japonesa Toyota. En 2013, alcanzó los 10 millones de coches vendidos y para consolidarse, su presidente, Martin Winterkorn, ejerce de auténtico Napoleón en varios frentes. Lucha en Francia, conquista China y libra una batalla con gran desgaste en el mercado de Estados Unidos. En París, bajó a la arena y se le vio dentro del nuevo Hunday i-20, que amablemente le enseñaron los responsables del fabricante coreano, o analizando con sus dedos los nuevos diseños de la japonesa Honda. Y es que en este mercado no existe el enemigo pequeño.