
Bankinter ha sido la eterna novia; el Sabadell ha figurado en numerosas quinielas; Banesto se ha visto mezclado como pieza de cambio en supuestas fusiones; el Guipuzcoano ha sonado en algunas operaciones; y el Pastor ha estado también alguna vez en el punto de mira. Y, por si eran pocos, el Popular se unió hace poco más de una semana a la fiesta de posibles movimientos corporativos en la banca mediana española.
En su caso, los rumores vinieron, en un primer momento, en forma de opa; después, se rebajaron a una compra inferior al 30% del capital; y, finalmente, tras numerosos desmentidos oficiales por parte de los principales accionistas individuales de la entidad, tan sólo ha quedado un nombre: Trinitario Casanova.
El empresario murciano se ha dedicado, básicamente, a calentar el valor desvelando los detalles de un tipo de maniobra que suele llevarse con la mayor discreción. La jugada no le ha salido como esperaba, ya que el título de Banco Popular (POP.MC) ha vuelto a un entorno similar al que cotizaba antes de que se hiciera pública la intención de vender de Casanova.
'Amenazas' corporativas
A pesar de que no es la primera vez que la entidad que preside Ángel Ron se ve envuelta en habladurías u operaciones de esta índole, el hecho de que la última se haya producido en un contexto de desplome bursátil del sector financiero, le ha conferido un cierto grado, quizá excesivo, de credibilidad. De hecho, esta tendencia se ha instalado en el conjunto de la banca occidental que, al tener las acciones en mínimos históricos, se encuentra con la amenaza de que algunos de sus miembros puedan ser devorados por otros grupos competidores.
En el caso de España hay que destacar, por una lado, que la apetencia externa puede ser aún mayor, dado que el modelo de negocio -centrado en el cliente minorista- y la ejemplar eficiencia del sector bancario atraen como la miel a las moscas a posibles compradores. Sin embargo, la ecuación no resulta tan sencilla, pues las principales piezas que hay sobre el tablero -Banco Santander y BBVA (BBVA.MC) están por encima del bien y del mal-, es decir, la banca del segmento mediano, poseen un escudo: unos núcleos duros con pocas fisuras.
El mismo Popular reúne en torno a su consejo de administración hasta un 40% de los accionistas y, de ahí, la dificultad de que sea el blanco de una oferta de compra. Los principales apoyos de esta asociación son la sindicatura de accionistas (14,48%) y la compañía aseguradora Allianz (9,56%).
De la misma forma, Banco Sabadell (SAB.MC) cuenta con un grupo afín que acumula cerca de un 30% del capital. Andic (casi el 5,5%), Lara (5,15%), el portugués BCP, Alicia Koplowitz (con un 4,9% cada uno) y varios consejeros ostentan este porcentaje y secundan la gestión de Josep Oliu, que tiene poco más del 0,3% de la entidad.
Crédit pierde un 40% en Bankinter
En un porcentaje también cercano al 30% se puede cifrar el núcleo duro de Bankinter (BKT.MC). Jaime Botín (más del 16%), Fernando Masaveu (5,5 %), los empleados (casi un 4,7%) y, por supuesto, el máximo órgano de dirección de la entidad integran este pacto. Que parte de la plantilla tenga tanta fuerza en el mismo no es circunstancial, aunque sí resulta extraordinario en el panorama financiero español.
El importante despliegue del francés Crédit Agricole (ACA.PA) hace unos meses en el capital del banco que lidera Pedro Guerrero ha motivado esta acción defensiva. A día de hoy ya rebasa el 20% y tiene autorización del Banco de España para alcanzar el 30% menos una acción si así lo considera.
Más allá de esta cuestión, el grupo francés cometió un error de cálculo. Difícil de prever y en el que también han caído otras entidades, pero un fallo al fin y al cabo. Tras haber realizado pequeñas adquisiciones graduales, el 19 de noviembre del pasado año comunicó un acuerdo con Ram Bhavnani para comprarle un paquete del 14,99% en Bankinter por 809 millones. A 13,6 euros por acción, con una prima del 12% sobre la cotización precedente, acercándose al máximo alcanzado en 2007 -13,94 euros- y 19 veces por encima del beneficio por título (PER) estimado para el ejercicio de 2007, Crédit Agricole se adelantó a Banco Sabadell en la puja por Bankinter.
En la actualidad, los títulos del banco apenas alcanzan los ocho euros, con lo que la pérdida de la entidad parisina en esta inversión ronda el 40%, hasta superar los 300 millones.
Bhavnani, previsor
La falta de visión de Crédit Agricole es inversamente proporcional a la capacidad de anticipación del inversor de origen indio, que evitó la caída coyuntural de las bolsas.
Y es que de haber realizado hoy la misma transacción, ni tan siquiera hubiera llegado a los 600 millones de euros. En concreto, si se toma como referencia una cotización, por ejemplo, a 10 euros -por establecer un número redondo incluyendo una prima holgada-, se descubre que Bhavnani conseguiría unos 594 millones de euros por el mismo paquete accionarial.
Además, también ha sabido elegir el momento para entrar en el Popular, a un precio históricamente bajo. Como consecuencia, la patata caliente que significa contar con Bhavnani en el propio capital pasó a este banco. Y lo que le queda: el empresario ya tiene permiso del Banco de España para llegar al 10% del accionariado.
Con todo, el inversor afincado en Canarias es uno de los factores que ha provocado mayor distorsión en la banca mediana española durante los últimos años. Baste recordar su paso por el Zaragozano, el Central Hispano y los mencionados Bankinter y Popular. La inestabilidad accionarial que ha llevado a estas y otras entidades con las que se le ha relacionado no debe de ser del agrado de Ángel Ron, que públicamente muestra indiferencia ante el nuevo socio del grupo.
Banesto, la 'venta imposible'
Muy diferente es la situación de la filial española de Banco Santander (SAN.MC), dado que entre su matriz y los consejeros de la entidad aglutinan cerca del 90% de los títulos. Vaya, que si alguien quiere hacerse con Banesto sólo tiene un camino: convencer a Emilio Botín, aunque éste no parece muy dispuesto a desprenderse del banco que preside su propia hija.
A pesar de que el mismo presidente del primer banco español ha negado taxativamente que tenga voluntad de hacerlo, en algún momento se ha especulado con la posibilidad de que Banesto fuera fusionado con Bankinter, en el que Jaime Botín, hermano del primer ejecutivo del banco rojo, es el segundo mayor accionista. Más allá de esta opción, Banesto (BTO.MC) cuenta con la mayor estabilidad accionarial del segmento financiero medio: está completamente a salvo de amenazas que provengan del exterior.
También puede sentirse tranquilo Banco Pastor, cuya protección alcanza el 51%. Entre la Fundación Pedro Barrié de la Maza -el núcleo más esencial del banco con un 41 por ciento del mismo-, Amancio Ortega y Rafael del Pino, ambos con un 5%, la entidad gallega tiene las espaldas cubiertas.
En el último lugar de este sexteto se posiciona Banco Guipuzcoano (GUI.MC), que para no ser menos que sus competidores tiene igualmente un resistente escudo de un 33%.
Aventura arriesgada
En su caso son BBK, con cerca de un 15% Kutxa, que roza el 10%, y el propio presidente del banco, José María Aguirre, con un 1,8%, quienes forman el núcleo duro de la entidad vasca, amén del resto del consejo de administración.
Eso sí, este órgano sufrirá un relevo generacional en breve, al estar sus miembros cerca del límite que marcan los estatutos para la jubilación. Sin ir más lejos, Aguirre deberá ceder el testigo en 2009.
A este factor se une la inestabilidad en Kutxa, que ya ha anunciado que no logrará grandes crecimientos y que, como consecuencia, tiene decidido realizar algunas desinversiones que podrían afectar a su participación en el Guipuzcoano.
En definitiva, anunciar el lanzamiento de una opa sobre un banco mediano español es una maniobra perfectamente legítima pero, siendo realistas, es una aventura un tanto arriesgada. Y no sólo por el blindaje que tiene el segmento, sino también por la abultada prima que habría que pagar.