
El proyecto para construir un gigantesco aeropuerto en el estuario del rio Támesis, en un intento por dar una solucionar definitiva a los problemas de saturación de las múltiples terminales con las que cuenta Londres, ha sido rechazado por las autoridades británicas.
Apodado como "La isla de Boris", en referencia al carismático impulsor de la idea y actual alcalde de la capital de Reino Unido, el aeropuerto habría costado unos 24.000 millones de libras (unos 30.000 millones de euros) y habría supuesto el movimiento de millones de metros cúbicos de tierra con los que ganar al mar el espacio necesario para la creación de cuatro pistas.
Tras rechazar el megalómano plan para convertir la diminuta isla de Grain, situada a 55 kilómetros del centro de Londres, en una terminal con capacidad para 110 millones de viajeros al año, la Comisión de Aeropuertos se enfrenta a un dilema que políticamente parece aún más difícil.
El órgano, creado por el Gobierno para dar salida a los planes de reforma del sistema aeroportuario en la isla de Gran Bretaña, tendrá que elegir si interviene en el saturado y prácticamente agotado aeropuerto de Heathrow (creando una tercera pista o alargando una de las existentes), o si apuesta por ampliar Gatwick.
Cualquiera de las dos opciones cuenta con numerosos seguidores y detractores: mientras que la de Heathrow garantiza centralidad pero elevadísimos costes de expropiación, la de Gatwick plantea menos problemas pero está condicionada por la distancia mucho mayor a Londres.