Pedro Vega
Madrid, 3 May (EFECOM).- "O los demócratas acaban con la crisis económica o la crisis acaba con la democracia". Estas palabras del ministro de Economía y vicepresidente del Gobierno para Asuntos Económicos, Enrique Fuentes Quintana, evidenciaban la alarmante situación por la que, en 1977, atravesaba la economía española en el primer gobierno de la democracia que presidía Adolfo Suárez.
Era la economía el punto débil de la transición, después de que las políticas tecnócratas heredadas de la autarquía mostraran su incompetencia para hacer frente a un mundo sometido a profundos cambios.
Fue Leopoldo Calvo Sotelo, recordado ahora por su talante negociador y afabilidad no exenta de timidez como corresponde a un ingeniero metido en política, el que estampó en nombre de UCD su firma en los históricos "Pactos de la Moncloa", y más tarde en el no menos importante Acuerdo Nacional sobre el Empleo (ANE).
Eran los retos más ambiciosos a los que la sociedad española se había enfrentado desde la guerra civil: construir la democracia y reconstruir una ruinosa situación económica en unos años que destacan por el respeto a las ideas, el diálogo y la tolerancia.
Desde el otoño de 1973 la economía española se encontraba en situación de recesión cuando la "crisis del petróleo" que desencadenó la guerra árabe israelí de 1973 disparó el precio del barril de crudo de 1,6 a 14 dólares en doce meses.
Cuando Adolfo Suárez se hace cargo del Gobierno de España, las empresas arrastran un endeudamiento endémico, el paro aumenta y afecta a casi 900.000 personas, el sector exterior se deteriora, las exportaciones sólo cubren el 45% de las compras exteriores, la renta per-cápita es un 25% inferior a la media europea y el 66% de la energía es importada.
Además, la deuda exterior, 14.000 millones de dólares, triplica las reservas de oro divisas del Banco de España y la inflación pasa del 20% en 1976 al 44% en 1977 con una previsión del 80% para 1978, más cerca de los registros de algunos países Latinoamericanos que del 10% de media de los países de la OCDE.
En este explosivo escenario económico y con la delicada tarea de construir un hogar constitucional común, no hay otra fórmula salvo el diálogo y el consenso entre todas las fuerzas democráticas: es el espíritu que alumbra a lo que posteriormente pasará a la reciente historia como "Los Pactos de la Moncloa".
Después de agotadores sesiones negociadoras, todas las fuerzas políticas del arco parlamentario y los agentes sociales, -patronal y sindicatos-, llegan el 25 de octubre de 1977 a un consenso para hacer frente a la crisis y repartir los sacrificios que se hacían indispensables para evitar la situación de quiebra económica y asegurar la estabilidad del nuevo régimen democrático.
El acuerdo perseguía el reparto más equitativo de la crisis, equilibrando los sacrificios entre el sector público y privado y aliviando a las partes más débiles de la negociación, desempleados y pensionistas.
Los acuerdos que diseñaron un escenario de estabilidad para la actividad económica y proporcionaron una buena dosis de sosiego político fueron firmados por Adolfo Suárez, presidente del Gobierno y por Leopoldo Calvo Sotelo, por parte de UCD, Felipe González, por el PSOE, Enrique Tierno Galván, por el PSP (Partido Socialista Popular), Joan Raventós y José Triginer (Socialistas de Catalunya), Juan Ajuriaguerra (PNV), Manuel Fraga (AP), Miguel Roca (PDC), y Santiago Carrillo, por parte del PCE.
El texto del programa económico pactado contemplaba políticas de saneamiento económico sobre Presupuestos del Estado, Seguridad Social, política monetaria, precios, rentas y empleo, política fiscal, educación, vivienda, política agraria y energética, además de otros compromisos políticos sobre libertad de expresión, reunión y otros sociales como la despenalización del adulterio y la regulación de anticonceptivos, entre otros.
Los acuerdos no fueron un bálsamo mágico contra los males que aquejaban a la economía española, pero contribuyeron a aliviarlos, y, lo que es más importante, a favorecer un clima de entendimiento político en el que se hacía gala de respetar la opinión y las creencias de los demás, algo en lo quizá no hemos avanzado mucho desde entonces. EFECOM
pvr/jlm
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