
El único gran fabricante de sidra que queda en Galicia, Sidrería Gallega, ha protagonizado uno de los mayores saltos de su carrera como empresa gacela, al situar con éxito en Japón su producto ecológico.
En el país del Sol Naciente, y bajo marca Manzanova, vende sus botellines con contraetiquetas impresas en kanji, esos simpáticos caracteres ideográficos nipones.
Pese a este aterrizaje en uno de los mercados más exclusivos y exigentes del mundo, la filial de Hijos de Rivera, que en 2007 produjo 1,5 millones de litros de esta bebida y superará los dos en el presente ejercicio, lucha la gran batalla en casa: además de reforzar el mercado gallego, aspira a dar la campanada en grandes ciudades como Madrid o Barcelona.
Luis López Espiñeira, consejero delegado de la firma, tiene un sueño: que Galicia vuelva ser, como antaño, un paraíso de la sidra. Este año transformarán en su factoría lucense de Chantada dos millones y medio de kilos de manzana en esta bebida.
Pero el potencial, pese a trabas a nivel de producción como el minifundismo de las plantaciones o la falta de apoyo de la Administración, es inmenso: la comunidad gallega es la mayor productora de manzana sidrera de España, con 60 millones de kilogramos, seguida por Asturias, con 35 millones, y el País Vasco, con ocho millones.
Mejora continua
Si este sector contase con una pequeña parte de las ayudas de otros como el del vino, otro gallo cantaría. Pero mientras espera esta decisión política, López Espiñeira ha cimentado una sólida empresa. En 2001, cuando Hijos de Rivera se hizo con el 50 por ciento del capital, trabajaban ocho personas, y la facturación ascendía unos 230.000 euros anuales.
El año pasado, su negocio superó 2,1 millones, y su plantilla, 21 trabajadores. Y todo apunta a que seguirán creciendo: su actual nave de 1.800 metros cuadrados se convertirá en una factoría de 12.500 metros, siete veces mayor y repleta de avances tecnológicos.