Empresas y finanzas

Shell abre la fuga de capitales de petroleras en la eurozona

La amenaza de una fuga masiva de capital como consecuencia de los riesgos sistémicos que se cocinan en las calderas periféricas de la Eurozona comienza a hacerse realidad. Las especulaciones han comenzado a dar paso a movimientos de gigantes que consideran que su dinero ya no está seguro en las entidades financieras del Viejo Continente. El paso de mayor perfil acaba de confirmarlo Shell, que ha anunciado su intención de retirar a aguas más tranquilas las cuantiosas reservas en metálico con las que cuenta.

El giro estratégico supone una llamada de socorro para los líderes de la Eurozona. Ahora es una, pero pronto, otros destacados nombres podrían considerar que la decisión táctica de la compañía anglo-holandesa bebe de la prudencia. La moneda única se ha convertido en una marca tóxica para quienes quieren proteger sus fortunas y los mercados europeos sufren el deterioro.

El responsable financiero de Shell, Simon Henry, ha confesado al diario The Times que a la dirección se le ha acabado la paciencia ante la deriva del barco comunitario y, como consecuencia, "ha habido un cambio en la disposición a asumir riesgos en Europa".

En busca de refugio

Así, aunque por ley está obligada a mantener parte de su capital para financiar las operaciones en el continente, el grueso volará a destinos considerados menos arriesgados, incluyendo el norteamericano. El golpe deja el proyecto de la Eurozona tocado cuando menos lo necesita, pero no hundido. La nave se iría a pique, no obstante, si son más los que deciden imitar a Shell y abandonan el barco.

En caso de que otras compañías y fondos soberanos decidiesen retirar sus superávits en metálico, generarían la tormenta perfecta en Europa. Si el problema actual es cómo afrontar deudas cada vez mayores e intereses estratosféricos, un nuevo escenario de constricciones convertiría la crisis en hecatombe. No en vano, los diecisiete países que comparten moneda e incluso aquellos comunitarios que cuentan con su propia divisa verían una sequía de capital, lo que complicaría aún más la actualmente difícil tarea de captar dinero. Una evolución que sería especialmente letal para España y sus socios periféricos, que sufren de una seria anemia de crédito en el momento en el que más necesitan reforzar su músculo financiero para restaurar un crecimiento que les es esquivo.

En consecuencia, la bofetada de Shell es doble, puesto que golpea las esperanzas de que la crisis sea reversible y, a la vez, elimina las posibilidades de reconducirla. Una repentina fuga de depósitos de gigantes de las materias primas y del sector corporativo impediría a aquellos intermediarios responsables ahora de prestar dinero mantener un grifo que, aunque abierto, ve un goteo cada vez menor.

Esta evolución, al mismo tiempo, los convierte en esclavos de la volatilidad cada vez más explosiva de los mercados financieros e interactúa con otra potencial bomba derivada de la tendencia impuesta por Shell. El giro al que ha conducido una crisis europea que no cesa ha llevado a la compañía a revisar cómo son las interacciones de crédito en su cadena de suministro.

En otras palabras, como lo expresa su jefe financiero, si los bancos que se encargan de inyectar fondos a sus intermediarios pueden seguir financiándolos. La prueba será un test de fuerza entre la capacidad de Europa de convencer de que cuenta con las herramientas necesarias para mantener el suelo comunitario como un espacio seguro de inversión, y el temor de las grandes empresas a que el modelo esté agotado y la Vieja Europa ya no sea el espacio de garantías que constituía.

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