Las primeras voces discordantes con respecto a las versiones oficiales japonesas procedieron de Francia. Y la razón se venció del lado de los especialistas galos, dejando en evidencia a la dirección de una empresa manchada por una trayectoria repleta de irregularidades
El lunes, André-Claude Lacoste, presidente de la Agencia de Seguridad Nuclear gala, aseguraba que, en contra de lo expuesto por el Gobierno nipón merced a la información facilitada por Tokyo Electric Power (Tepco), dueña de las instalaciones de Fukushima, el nivel de alerta de la central nuclear no era probablemente de cuatro, sino de cinco o seis, sobre una escala de siete puntos.
Y enfatizaba, incluso, que la fusión de parte del núcleo de algunos de los reactores con los que cuentan las instalaciones ya se había producido, muy al contrario de lo que la compañía que gestiona la planta estaba comunicando. Dos días más tarde, la razón se venció del lado de los especialistas franceses, dejando en evidencia a la dirección de una empresa manchada por una trayectoria repleta de irregularidades, sobre todo relacionadas con la comunicación de información relevante.
Encándalo y dimisión
No en vano, en el año 2002 el escándalo caló de lleno en Tepco, que durante más de 12 años había estado falseando las incidencias y los informes técnicos de mantenimiento de los reactores.
Según algunos datos recabados entonces, ya desde 1980 la organización había estado incurriendo en este tipo de prácticas negligentes, que terminaron por forzar la dimisión tanto de su presidente como del consejero delegado. Además, los 17 reactores bajo gestión de la compañía fueron apagados hasta que los inspectores gubernamentales dieron el visto bueno a su encendido.
Ayer, en medio de la vorágine de nuevas informaciones que llegaban desde las inmediaciones de la planta de Fukushima hasta el televisor, el primer ministro nipón, Naoto Kan, advirtió una nueva explosión en uno de los reactores de la central nuclear. Un suceso del que, sin embargo, no había sido informado, pese a que había tenido lugar hacía una hora.
Primero por televisión
El mandatario tuvo entonces que llamar indignado a varios de los ejecutivos de la compañía para recriminarles que se hubiera enterado antes del suceso por televisión, cuando sobre ellos pesaba precisamente la orden de comunicarle cualquier contratiempo en las tareas de emergencia. Una situación un tanto llamativa que no se corresponde con el grado de alerta en el que se encuentra el país.
Así, las críticas arrecian sobre Tepco, que aparte del escándalo protagonizado en 2002 también se vio envuelta en 1999 en la muerte de dos trabajadores a consecuencia de su exposición a la radioactividad en una planta de producción de combustible. En cualquier caso, en un país con más de 50 reactores nucleares repartidos por todo su territorio, sumado a la larga trayectoria en el uso de esta tecnología (se popularizó en los años 50), los incidentes ya han pasado de ser algo aislado a tener un alto grado de incidencia.
En los últimos 20 años, de hecho, quizá por el envejecimiento de muchas de las instalaciones donde se produce este tipo de energía, los accidentes parecen haberse intensificado, lo que ha ido enfriando poco a poco la confianza de los ciudadanos en este tipo de industria.
Sucesos
La concatenación de incidentes, no obstante, alcanzó un grado alarmante a partir de 1997, cuando un incendió en uno de los laboratorios de enriquecimiento de uranio puso en estado de alerta a toda la ciudad de Tokio. Finalmente no se produjeron fugas significativas aunque la alarma supuso un punto de inflexión para la trayectoria de esta industria. Y eso pese a que el país, carente de fuentes naturales de energía, depende de este tipo de infraestructuras para garantizarse el suministro.
No obstante, ese mismo año, 1997, se produjeron otros dos accidentes en sendas plantas, también relacionados con la exposición de los trabajadores a radiaciones como consecuencia de la fuga en varios reactores. Una de ellas, precisamente, es una de las centrales de Tepco. En aquella ocasión, tal y como informaron las autoridades, la radioactividad no llegó a la atmósfera, lo que impidió su propagación por una mayor superficie de terreno.
Dos años después, en las instalaciones nucleares de Tokaimura, ubicada a 140 kilómetros de distancia de la capital nipona, la situación alcanzó un nuevo grado de alarma tras un fallo durante una de las operaciones rutinarias que desató una reacción nuclear en cadena totalmente descontrolada. Durante varias horas el miedo se apoderó de toda la planta, que temía por un proceso de fisión descontrolado. Finalmente se logró controlar la situación a costa de dos muertos y 438 operarios afectados.
Pero la lista de incidentes ha continuado a lo largo de los últimos años. Además del escándalo de Tepco en 2002, que no reportó, sin embargo, mayores problemas para la seguridad ciudadana que la que su negligencia podría haber causado, en 2004 cinco trabajadores murieron por los efectos que tuvo en su organismo el vapor de agua liberado por una fuga en el sistema, ubicada en la sala de turbinas. El suceso ocurrió en la planta nuclear de Mihama, al suroeste del país.
El episodio nuclear más grave sufrido antes del terremoto que el pasado viernes dio un giro de 180 grados a la situación de Japón se produjo en 2007, también a consecuencia de un temblor de tierra de 6,8 grados en la escala sismológica de Richter. La central de Kashiwazaki-Kariwa, la más grande del mundo, resultó afectada, aunque no se produjeron escapes.