Empresas y finanzas

Conservera española convertida en centro de apoyo a damnificados por sismo

Chema Ortiz

Pisco (Perú), 24 ago (EFECOM).- Una conservera española instalada junto al aeropuerto de Pisco y dedicada a elaborar filetes de anchoa se ha convertido en centro de acopio y distribución de ayuda internacional para los damnificados por el terremoto de Perú.

La Compañía Americana de Conservas, filial de Consorcio y que tiene su central en Santoña (Cantabria), en el norte de España, ofreció sus instalaciones a gobiernos y organizaciones no gubernamentales para ayudar en la distribución de la ayuda enviada a la zona devastada por el terremoto de 8 grados en la escala Richter.

Pablo Echevarría, gerente de la planta, explicó a Efe que, entre las organizaciones a las que han ayudado están la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI) y Cáritas, "que desde hace tres días ha enviado aquí bastantes camiones con alimentos y enseres".

A los voluntarios de organizaciones españolas, que llegaron coordinados por la AECI, les ofrecieron alojamiento a su arribo a Pisco, antes de que pudieran instalarse y ponerse a trabajar, y también les ayudaron con sus contactos y conocimiento del área.

"Les acompañamos hasta Humay y hasta San Clemente (en las cercanías de Pisco), donde la AECI ha instalado sendos hospitales móviles, y estamos constantemente en contacto y les damos cierto apoyo técnico", agregó Echevarría.

En la planta, construida el año pasado y que comenzó sus labores hace menos de un mes, el trabajo habitual está interrumpido, pero la actividad es incesante, pues entran y salen grandes camiones de víveres de Cáritas, mientras se elabora comida para unas 700 personas.

La propia empresa ha habilitado fuera de la planta un campamento para 150 familias relacionadas con la compañía y, en el estadio aledaño, hay cerca de 3.000 personas de la caleta de San Andrés, casi todos pescadores.

Los pescadores, mucha de cuyas casas quedaron anegadas por la marea que subió tras el terremoto del 15 de agosto, se han alejado de la playa, convertida en escombrera, y se han acercado a la conservera y al estadio, situados a un kilómetro del mar, donde además tienen comida y cierto refugio.

El próximo lunes, la conservera tiene previsto reanudar el trabajo, con unos 250 empleados, de los 400 que tendrá cuando esté a plena producción, y para ello cuenta con 5.000 toneles de anchoa en salazón, que ahora enlatarán, mientras llega pescado fresco.

"El terremoto prácticamente no ha afectado a nuestra planta, que se ha comportado muy bien afortunadamente, porque había 250 personas dentro trabajando en el momento del seísmo", explicó Echevarría.

Ahora, evalúan "si nos ha afectado al producto refrigerado, que tiene que estar a cierta temperatura, y al estar seis días sin electricidad, ha podido resultar un poco afectado, aunque todo está asegurado y es un tema que nos preocupa menos", agregó.

Los que sí tendrán problemas son los pescadores artesanales de San Andrés y otros pueblos de la zona, a los que la planta compra "entre 30 y 40 toneladas de anchoveta diarias para elaborar unos 3.000 kilos de filete de anchoa al día", aseguró Echevarría.

"Muchos han perdido los bolichitos", como llaman a sus pequeños botes, por lo que Echevarría vaticinó que en varios meses no podrán trabajar. "Es posible que tengamos que recurrir a otros puertos más al norte, a Chimbote y Paita", para obtener pescado, agregó.

El grupo Consorcio, en cualquier caso, "tiene la idea de ayudar a la gente de la zona y hacer lo posible para volver a estabilizar un poco el núcleo de pescadores de San Andrés".

Beatriz Povedano, de Santoña y responsable de producción de la planta, se muestra animosa y dispuesta a trabajar el lunes próximo, pese al aterrador recuerdo que le dejó el terremoto, que vivió con los empleados dentro de la factoría.

Desde el día del sismo se ha dedicado a ayudar a los empleados y al día siguiente se trasladó a Pisco, donde la visión de los cadáveres y los ataúdes que se sucedían hacia el cementerio le dejó tal impresión que, ahora, ya no quiere volver a la ciudad, "donde iba todas las tardes a tomarme un café".

Ya en 2001, Povedano vivió un terremoto en la ciudad chilena de Arica, donde trabajaba en otra factoría de Consorcio, "pero éste ha sido mucho peor", dijo.

"Entonces estaba allí con un hijo de 12 años, que aún está traumatizado y no quiere oír hablar de volver a Latinoamérica", pero ella no está dispuesta a marcharse, "porque cada uno tiene que hacer su vida". EFECOM

cho/erm/hma

(con fotografía)

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