Marcos Lamelas y Ana Ochoa
Barcelona, 6 jun (EFECOM).- Con la compra de Caprabo, Eroski no sólo ha añadido una enseña más a su imperio, sino que ha finiquitado el sueño de crear un gigante de la distribución catalana que, a la vista de los hechos, no acertó en ajustar su tamaño idóneo ni supo detectar la irrupción de Mercadona en el "país de los botiguers".
Tras una política de vertiginosa expansión y con el viento favorable de un marco legal autonómico, Caprabo ha acabado en las manos de Eroski por 1.125 millones de euros, y ha sucumbido, contra todo pronóstico, ante la directa competencia de compañías como Mercadona.
La cadena valenciana, que hace cinco años tenía una presencia marginal en Cataluña, cuenta ahora con 127 supermercados, una expansión que la enseña de Juan Roig realizó aprovechando el marco legal catalán, que precisamente había servido a Caprabo para salir de sus cuarteles y lanzarse a comprar supermercados por toda España.
Mientras Caprabo adquiría en septiembre de 2003 la cadena Alcosto para crecer en el centro de España y su logotipo emulaba el videojuego conocido por "comecocos", mientras La Caixa tomaba el 20% del capital, Mercadona se extendía sigilosamente por Cataluña, respetando las limitaciones legales que ponía la Generalitat.
Mientras tanto, Caprabo parecía más atenta a la competencia de Carrefour y sus pugnas legales con la Generalitat para intentar crecer en el segmento de grandes superficies en el mercado catalán.
De hecho, Mercadona ha sido el "antiCaprabo": en vez de muchas marcas, pocas; en lugar de agresivas políticas de compras de otras cadenas, sólo crecimiento orgánico; antes que ofrecer servicios, sobre todo competir en precio.
Financieramente, Caprabo quedó exhausta de su aventura expansionista, abocada al destino de otros competidores en el mercado español, como El Árbol o Ahold, que antes que el grupo catalán cayeron en las fauces de fondos de capital riesgo.
Además, las tres familias fundadoras, los Carbó, Botet y Elías, se encontraban desgastadas tras años de desavenencias internas, mientras La Caixa, con la salida de su holding a bolsa, tampoco tenía interés en seguir participando en la firma de distribución.
Con la venta de hoy se sigue la senda ya marcada en 2006 con otras operaciones que han sido el paradigma de la crisis del modelo de la empresa familiar catalana: la enajenación del 51 por ciento de Uniland a FCC por 1.300 millones de euros y la venta de Chupa Chups a la familia Perfetti Van Melle por 500 millones.
Todos estos casos están marcados por desavenencias familiares y problemas sucesorios, pero Caprabo resultaba especialmente emblemático en Cataluña, donde la Generalitat, en tiempos de CiU, siempre había considerado que el comercio era un sector estratégico.
Ahora, el capital catalán en el comercio tendrá como primer alfil a Condis, propiedad de la familia Condal, que prevé facturar este año 740 millones de euros, un 5,2% más que en 2006, pero que por volumen de negocio apenas supone un tercio de Caprabo.
Caprabo, fundada en 1959, estaba considerada la tercera empresa de distribución, con presencia en toda España, y en 2006 facturó 2.194 millones de euros y obtuvo un beneficio neto de 7,5 millones, aunque para ello tuvo que vender su red de gasolineras.
Tras esta operación, el mercado de la distribución comercial en Cataluña quedará en manos de tres grandes actores: los franceses de Carrefour con marcas como Día o Champion; Eroski, como nuevo agente en un mercado ya maduro; y el siempre clásico El Corte Inglés.
Por ahora, está previsto que se mantengan en el capital de Caprabo tanto las familias fundadoras (16%) como La Caixa (9%). Pero en el dominó del capitalismo catalán ha caído otra pieza. EFECOM
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