La casa nipona combina lo mejor de varios tipos de vehículos en este especialista del asfalto y la ciudad que puede enfrentarse a otras pistas, tal y como sugiere su aspecto.
No reúne todas las cualidades de un SUV, pero tampoco puede decirse que sea una berlina. Así es el último producto de la alianza Renault-Nissan que, con esta falta de definición de su nuevo modelo, pretende que el vehículo se pueda utilizar como un automóvil de ambos segmentos. Por cierto, el nombre no tiene nada que ver con esta dualidad: pertenece a una tribu nómada iraní.
Su altura libre al suelo, la posibilidad de tracción total y las protecciones plásticas en la carrocería son típicas de un SUV. Precisamente, los centímetros de más hasta la carretera son los que le hacen parecer más grande de lo que en realidad es. Su tamaño es intencionadamente similar al de un turismo compacto, ya que Nissan busca un perfil de cliente determinado: aquellos que no quieren un modelo convencional (Ford Focus, Opel Astra, R-Mégane), pero que tampoco desean la aparatosidad de los SUV.

Pocas pegas
Tanto el desarrollo técnico como el estético se han realizado en el Reino Unido. Sobre este último aspecto, aunque pueda haber división de opiniones, la mía es que han creado un frontal muy poco agraciado, sobre todo en su parrilla. Pero, salvo esta cuestión estilística, pocas pegas se le pueden poner a este modelo.
De hecho, se empieza a disfrutar sin tan siquiera arrancarlo. La posición de conducción es muy buena, todo está donde se espera y los materiales utilizados apuntan alto: la mayoría de los recubrimientos están acolchados y son muy vistosos. Además, se ha pensado en detalles prácticos, como unas salidas de la climatización para las plazas traseras que mandan el aire por encima de la cabeza de los ocupantes delanteros, sin que estos se vean molestados por el flujo o su ruido.
La habitabilidad, con 2,63 metros de distancia entre ejes, es muy razonable para cuatro adultos y justa para cinco. La mayor laguna estriba en la nula modularidad, limitada al tradicional plegado por partes asimétricas. El maletero tiene muy buena capacidad: 410 litros con rueda de repuesto de emergencia, y 352 con una de tamaño normal.
En todas las versiones se ha priorizado la seguridad, al añadirse sobre las variantes básicas Visia, los faros antiniebla en el acabado deportivo Acenta y los de xenón en el más lujoso Tekna. En cuanto al confort, partimos de un mínimo, con el aire acondicionado, un equipo de sonido con lector de CD, un ordenador de viaje, la telefonía bluetooth, los asientos de cuero, el climatizador bizona, el sensor de lluvia, el control de crucero, los mandos de audio en el volante y los retrovisores plegables eléctricamente.
Rodadura de calidad
En la parte dinámica, que el Qashqai resulte especialmente brillante no es una sorpresa. La marca nipona siempre ha afinado muy bien los chasis, lo que se traduce en una rodadura de mucha calidad, con una exquisita suspensión que sujeta bien, filtra mejor y no teme a las carreteras de montaña.
Pero esto mismo queremos hacerlo con brío, tenemos que recurrir a esta versión de dos litros de gasolina y 140 CV. Al menos hasta dentro de unos meses, cuando llegue la que se prevé que será la más demandada: la que monta un motor diésel con dos litros de capacidad y 150 CV.
El otro propulsor de gasóleo de 106 CV resulta un poco justo para mover el peso y el volumen del coche, y lo mismo ocurre con el de gasolina de 115 CV. Con el 140 CV no hay problema pues, como ya se ha señalado, a la suavidad de funcionamiento se le unen un buen dinamismo y unas prestaciones de gran nivel. Lástima que, pese a su caja de cambios manual de seis velocidades, su consumo resulte tan elevado.