
¿Hubiera sido tan exitoso el robo al casino Bellagio en la película Ocean´s Eleven si sólo lo hubiera organizado George Clooney? Probablemente no. Ni siquiera la ficción tiene en cuenta esa posibilidad. Sabe que no es realista.
Tampoco lo es pensar que otro de los canosos más famosos del mundo, Bernard Madoff , condenado a 150 años de cárcel por estafar 65.000 millones de dólares a través de un fraude piramidal, fuera, como él afirmó en su detención, el único responsable de un fraude de tal magnitud.
Pero ha tenido que pasar casi un año para que alguien de su entorno desdijera las palabras del ex gurú de Wall Street. Se trató de Frank Di Pascali, el director financiero de B. Madoff Securities, quien además de confesar su implicación en la estafa, advertía: " Madoff lo sabía todo desde 1990, pero otros también sabían lo que estaba pasando". ¿Quiénes son los otros?
Familia y amigos, un clásico
Primeros sospechosos: su familia. Aunque fueron los hijos de Madoff , Andrew y Mark, los que le denunciaron ante el FBI cuando éste les contó lo que hacía, siempre se ha sospechado que tuvieron algo que ver. De momento, Irving Picard, el administrador judicial de Bernard Madoff Securities, ya ha presentado una demanda civil contra ellos en la que les pide 50 millones de dólares.
Una demanda que es posible que se dirija también a Peter Madoff , hermano de Bernard y director de gestión de la compañía. Menos sospechosa es su mujer Ruth. No trabajaba en la compañía, pero aun así está obligada a informar de cualquier gasto que haga que exceda los 70 euros, además de haber perdido todas las propiedades que compartía con su estafador marido, casa de los Hamptons incluida.
Segundos sospechosos: los que trabajaban con él mano a mano en el piso 17 del edificio neoyorquino Lipstick Building. El negocio de Madoff ocupaba los pisos 17, 18 y 19 de este exclusivo edificio de oficinas de Manhattan pero, según explica Erin Arvedlund en el libro Madoff , el hombre que robó 65.000 millones de dólares, cada planta era un mundo.
El trabajo que se llevaba a cabo en la 18 y 19 era la cortina de humo perfecta para impedir que la SEC, cuyo trabajo como guardián de los mercados estadounidenses se está cuestionando cada día, descubriera en qué consistía el verdadero negocio de Madoff , un supuesto hedge fund exclusivo para los grandes patrimonios que daba a sus inversores rentabilidades de dos dígitos, independientemente de qué hiciera el mercado.
Top Secret
Lo que allí se hacía era tan top secret que incluso los propios empleados de las plantas 18 y 19 tenían vetada la entrada. "Una vez pregunté por el negocio de asesoramiento de la planta 17 y me dijeron que no era de mi incumbencia y que no volviera a mencionarlo si quería conservar mi empleo", afirma en el libro Robert McMahon, ex empleado de la parte legal de Madoff .
Para evitar tentaciones y fisgosos, la puerta de entrada a la exclusiva oficina estaba escondida y los afortunados que entraban en ella tenían prohibido guardar emails, ya fuese en el propio ordenador o en cualquier otro soporte informático. En su lugar, ordenaba imprimirlos y borrar los archivos. Una orden cuanto menos sospechosa y que cualquier profesional del negocio bursátil hubiera considerado delictiva.
Pero he ahí el quid de la cuestión. Pocos de los empleados de la planta 17 eran profesionales del negocio. Quizá por ello los investigadores no descartan que no supieran de la estafa. Se trataba más bien de personas que no veían a Bernard Madoff como al ex presidente del Nasdaq, sino como Bernie.
Otros "amigos"
Además de Frank Di Pascali, el único junto con el contable de Madoff , David Friehling que está en la cárcel, otras cinco personas trabajaban en la planta secreta.
Se trata, según informa Financial Times, de Annette Bongiorno, asistenta personal de Madoff y comercial de la firma (según un informe presentado por el abogado de algunas víctimas, se encargaba de reclutar inversores en Howard Beach, el barrio donde se crió); Robert Cardlile, cuñado de Di Pascali, Eric Lipkin, responsable de relaciones con inversores; Jodi Crupi, que manejaba las entradas y salidas de dinero de las cuentas de los clientes, y Erin Reardon, el punto de contacto entre clientes y la firma. Ninguno de ellos ha sido acusado.
Junto a ellos, y ya desde fuera de la oficina, la SEC ha demandado a la correduría Cohmad Securities por "recabar miles de millones de dólares para Madoff ". Un trabajo por el que recibieron 100 millones en comisiones.
Aun así, la familia Cohmad se ha defendido diciendo que tanto Madoff como Di Pascali fueron muy cuidadosos para tapar el fraude y que ellos no sabían nada del mismo. Culpables o no, sí tienen razón cuando tachan a Madoff de meticuloso.
Una buena tapadera
Según informa el diario británico, Madoff tuvo que idear una estrategia tan complicada como para que los inversores no se molestaran si quiera en contrastarla. Dijo que conseguía las buenas rentabilidades gracias a una estrategia llamada split stricke conversions, una modalidad que utiliza un índice de opciones. El funcionamiento es el siguiente: un gestor compra acciones de un índice a través de opciones que también cotizan y a partir de ahí compra y vende estas opciones contra las acciones de ese mismo índice.
Pero Madoff no hacía nada de eso. No compraba las acciones. Sólo fingía que lo hacía. Introducía títulos falsos en las carteras de sus clientes y a partir de ahí sacaba la rentabilidad histórica. Primero decidía qué rentabilidad quería dar a sus clientes y a partir de ahí inventaba una cartera que tuviera sentido con esos rendimientos.
No lo hacía solo. Di Pascali le ayudaba a introducir todos esos datos de falsas acciones, aunque a precios reales, en un ordenador IBM AS/400. Automáticamente el documento excel que contenía las carteras de más de 2.000 clientes se actualizaba y ¡sorpresa! su rentabilidad coincidía con la que Madoff había prefijado. Luego Bongiorno y sus dos asistentas lo imprimían y lo mandaban a todos los clientes.
La incompetencia de la SEC
Aunque muy sofisticado, lo cierto es que no fueron pocos los que alertaron a la SEC de que Madoff estaba cometiendo un fraude piramidal. Pero el organismo regulador hizo oídos sordos en al menos seis ocasiones, según un informe escrito por el propio inspector general de la SEC, David Kotz, que se hizo público este fin de semana.
En 1992 uno de los intermediario de Madoff , Avellino&Bienes, fue denunciado. La SEC se conformó con cerrarle el chiringuito y no investigó más allá. En 2000 y 2001 también se enviaron sendas sospechas, ambas desechadas hasta que en 2005, el mismo denunciante lo intentó una vez más con un artículo en el que por primera vez apareció la construcción "fraude piramidal".
En 2003, un desconocido gestor de hedge funds hizo lo propio y en 2004, la conocida firma de hedge, Renaissance Technologies también cuestionó la legalidad del negocio de Madoff . Ninguno de ellos se equivocó.
Sin embargo, la SEC desoyó todas estas investigaciones y si no hubiera sido por la denuncia de los hijos de Madoff , previo consentimiento de su padre, quizá hoy seguiría disfrutando de su lujoso ático del Upper East Side de Manhattan, ahora embargado. Eso sí, el organismo ha entonado el mea culpa. Tras conocerse el informe, Mary Shapiro, actual presidenta de la SEC, aseguró que todos estos fallos explican por qué quiere reformar al supervisor. Una tarea que llevará a cabo el propio Congreso.