
A la concienciación sobre el papel de la agricultura en la crisis climática se sumó en 2020 la preocupación de los consumidores por mejorar su salud a raíz del confinamiento y la pandemia, dando como resultado un impulso a la industria de los alimentos orgánicos, en auge desde hace años.
Tan solo en Estados Unidos, las ventas de los alimentos etiquetados como "orgánicos" se incrementaron un 12,4% en 2020, hasta alcanzar los 61.900 millones de dólares. En el caso de Reino Unido, aumentaron un 13% en el mismo periodo, el nivel más alto en 15 años. En Alemania, considerado el mercado orgánico más grande de Europa, la industria de la alimentación orgánica ha crecido al doble de velocidad que el mercado convencional, un 22% interanual, hasta alcanzar un récord de 15.000 millones de euros el pasado año, según los datos recabados por los profesores David Hughes y Miguel Flavián.
Un interés que también ha llegado a las instituciones, como refleja el Pacto Verde Europeo y su objetivo de que los 27 países miembros alcancen el 25% de las tierras agrícolas con agricultura orgánica y el 25% de la producción de alimentos para 2030.
El sello "orgánico"
A pesar del evidente interés de los consumidores por este tipo de alimentos, a menudo no tienen muy claro en qué consiste que un alimento esté etiquetado como "orgánico". Según una encuesta de la consultora de marcas BFG de 2014, de los 300 consumidores entrevistados, el 70% solía comprar alimentos orgánicos, de los cuales el 80% desconocía que significaba dicha etiqueta.
El Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos define los alimentos orgánicos como aquellos que se producen sin usar fertilizantes artificiales para aumentar su crecimiento, hormonas, antibióticos o pesticidas para los insectos, las bacterias, u otros seres vivos. Esto, sin embargo, no quiere decir que sean ni más saludables ni más nutritivos que los alimentos de producción convencional.
Otra cuestión que suele hacer que los consumidores se decanten por los alimentos orgánicos es su impacto medioambiental, sin tener en cuenta que, en muchas ocasiones, no se trata de alimentos de proximidad sino que provienen de otro país, incluso desde otro continente.
En cambio, el elevado precio de estos productos juega en su contra, representando un freno para los consumidores, quienes en muchas ocasiones no pueden permitirse que su cesta de la compra sea 100% orgánica.
Asia, una oportunidad de inversión
En cuanto al mercado asiático, el gasto en alimentación superará los 8 billones de dólares a principios de la próxima década. Además, se convertirá en el mayor mercado de alimentos y bebidas del mundo, según un nuevo informe conjunto de PwC, Rabobank y Temasek.
En 2030, Asia albergará a 4.500 millones de personas, siendo China el mayor mercado de la región y la India y el Sudeste Asiático los países que más aumenten el gasto, con una tasa anual compuesta del 5,3% y el 4,7%, respectivamente.
En cuanto a los hábitos de consumo, predominarán las dietas saludables, los productos frescos, el consumo sostenible, los sustitutos de productos derivados de animales y la compra online.
Para dar respuesta a esta demanda creciente de alimentos y los cambios en los hábitos de consumo, serán necesarios 1,55 billones de dólares para 2030 para invertir en la producción de alimentos sanos y sostenibles, 750.000 millones de dólares más de los previstos inicialmente en 2019.