
Incluso si no ha visto el clásico de Ingmar Bergman El séptimo sello, probablemente haya visto las imágenes en blanco y negro de un caballero jugando al ajedrez con la Muerte. La escena, que transcurre en medio de una plaga, es la clásica metáfora cinematográfica. Hoy en día aún no hemos ganado la batalla, pero, gracias a la tecnología, llevamos un par de peones de ventaja. La Muerte ya no se enfrenta a un falible caballero medieval, sino a Deep Blue, el primer ordenador que ganó a un gran maestro de ajedrez.
"Hemos optimizado el saneamiento y la lucha contra las enfermedades infecciosas. ¿Qué será lo próximo?", pregunta Eric Verdin, presidente y director ejecutivo del Instituto Buck para la Investigación del Envejecimiento. El desarrollo de las terapias genéticas y la oncología, entre otros, hace que vivamos más años. La esperanza de vida media global subió en más de seis años entre el 2000 y el 2019, y la esperanza de vida saludable también se ha incrementado.
"Hemos visto mejoras tremendas en la mortalidad infantil y en la mediana edad", declara Andrew Scott, profesor de economía en la Escuela de Negocios de Londres y cofundador de The Longevity Forum. "Y ahora vamos a por las enfermedades relacionadas con el envejecimiento", indica. Los tratamientos para estas enfermedades incluyen la metformina, un medicamento para la diabetes que, según algunos médicos, también podría proteger contra el cáncer, el Alzheimer y la enfermedad cardiovascular y, a la vez, alargar la vida. Además, los fármacos senolíticos, que combaten el declive de la vejez a nivel celular, son prometedores.
Hay tratamientos que van incluso más allá de la célula y tienen efectos a nivel genético. "Cada vez es más posible editar ciertos genes", afirma Jorge Fernández García, director de innovación en EIT Health. "Por ejemplo, mi mujer tiene diabetes tipo 1, que es heredable. ¿Estaría dispuesto a pagar para asegurarme de que mis hijos nunca la tendrán? No creo que ningún padre dijera que no", reflexiona. Desde la edición de genes hasta smartphones que pueden diagnosticar problemas de salud mental, pasando por el desarrollo de órganos, la tecnología está ampliando las fronteras de la vida humana, un área de interés creciente desde el punto de vista sanitario.
¿Una cura para el envejecimiento?
"Se acerca una pandemia de enfermedades relacionadas con el envejecimiento, mucho mayor y más importante que la del Covid-19", señala el profesor Scott. Estas patologías incluyen enfermedades cardiovasculares, ataques cerebrales y la multitud de cánceres que nos acechan a medida que vamos cumpliendo décadas.
Para enfrentarse a ellas, expone, será necesario que los gobiernos financien la investigación en longevidad, "que todavía recibe poco dinero en comparación con la mayoría de las demás enfermedades". Las compañías farmacéuticas están centradas en aliviar aspectos específicos de las enfermedades relacionadas con el envejecimiento, como la osteoartritis y la demencia, en lugar de curarlas. Según Fernández García, "ahí es donde las farmacéuticas ganan una gran cantidad de dinero: con enfermedades crónicas que requieren tomar de manera repetida estos medicamentos, que son muy caros". Es evidente que "la propuesta de valor es atractiva".
En palabras de Fernández García, "las grandes farmacéuticas están estructuradas en torno a disciplinas como la genética, la oncología y demás. No en torno a la extensión de la vida".
Será necesario que los gobiernos financien la investigación en longevidad
Sin embargo, en el Instituto Buck de Investigación sobre el Envejecimiento, la mitad de la financiación que recibe la organización sin ánimo de lucro procede de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos (NIH). De acuerdo con el doctor Verdin, "el NIH tiene un instituto llamado Instituto Nacional sobre el Envejecimiento, que creo que es ahora mismo el tercer instituto más grande, porque el NIH se ha dado cuenta de que el envejecimiento es un factor de riesgo para enfermedades. Aunque es estupendo tener un Instituto Nacional del Corazón, los Pulmones y la Sangre o un Instituto Nacional del Ojo, ninguna de las enfermedades crónicas del envejecimiento es específica de un órgano, sino que afectan prácticamente a todos".
Esta amplia visión, que aborda el envejecimiento como un todo, hace que el doctor Verdin se emocione con las perspectivas de tratamientos como la metformina y los senolíticos para aumentar la longevidad y la calidad de vida en la tercera edad. Igualmente, menciona "un nuevo grupo de fármacos que imitan la restricción calórica, porque sabemos que uno de los trucos más viejos que podemos hacer para que los animales vivan más tiempo es restringir la cantidad de comida que consumen en un 20-30%".
Un reparto desigual
El éxito de la lucha contra el envejecimiento y la manera en que se distribuyen sus beneficios implican cambios estructurales significativos en la sociedad. Si no se controlan estas innovaciones, ¿agravarán las desigualdades crecientes entre los países y dentro de ellos? El doctor Verdin sugiere que "el principal indicador de la esperanza de vida es el código postal".
¿Tendrán todas las personas y países el mismo acceso a las terapias antienvejecimiento? ¿O será como el acceso a las vacunas contra el Covid-19 que los países ricos han acaparado a costa de los más pobres? "No creo que ningún país haya pensado en esto todavía", subraya Fernández García.
El profesor Scott compara la situación actual con los avances en Salud pública a lo largo del siglo pasado: "Hubo una campaña masiva de Salud pública, que abarcó la vivienda, la educación y el saneamiento, que garantizó que no solo los ricos se beneficiaran de estos progresos, sino todo el mundo". Considera que ahora la sociedad tiene que volver a hacer lo mismo para alargar las vidas.
¿Cómo vamos a pagarlo? "Habrá menos gente trabajando, y las máquinas harán una parte mayor del trabajo", puntualiza Fernández García. Se pregunta "quién generará los ingresos para que los gobiernos paguen estos servicios y las pensiones durante los años de inactividad económica de estas personas".
Llevamos pensando en términos económicos desde la primera revolución industrial. Pero el dinero no siempre ha sido la medida universal, y algunos creen que quizá no sea la métrica óptima para el futuro. Para el profesor Scott, la respuesta está en replantear cómo medimos el éxito. Defiende que las sociedades deben empezar a centrarse mucho más en la esperanza de vida saludable como métrica clave para los gobiernos, en lugar de en el PIB.