
Conserveros Reunidos (Conresa) nació hace casi seis décadas en Ribeira, en la provincia de La Coruña, como un ejemplo anticipado de la economía circular: aprovechan los desperdicios de las conserveras gallegas para transformarlas en harinas de pescado que se destinan a la alimentación animal. Desde entonces, la compañía ha apostado fuertemente por la innovación y ha conseguido dar el salto fuera de las fronteras españolas. Gracias a ello, Conresa ha sido uno de los elegidos para recibir el Certificado Informa-elEconomista a la Gestión Excelente (Ciege), que celebró su III Edición el pasado 2020. El director general de la compañía, José Roberto Fernández Ramos, relata a elEconomista la evolución de Conresa y sus planes de negocio para los próximos años.
¿A qué se dedican?
Nosotros nacimos en el año 1961 por necesidad, para intentar aprovechar los desperdicios que se generaban en la industria pesquera gallega. Por aquel entonces, ya había una importante demanda de proteína marina. Nuestros productos se dirigen principalmente a la alimentación animal: el 80% se dirige a peces, el 10% a las aves y a los rumiantes no destetados, porque les da un crecimiento más sano y más rápido, y cada vez hay un empuje mayor del negocio de las mascotas. Nosotros hacemos una materia intermedia para elaborar el pienso seco de las mascotas.
¿Invierten mucho en I+D?
Cada vez más. Por ejemplo, los propietarios de mascotas le damos una mayor importancia al alimento que les damos a nuestros animales, queremos que coman como nosotros, por lo que trabajamos mucho en la excelencia. Los grandes fabricantes de harina de pescado son los peruanos y los nórdicos, que se dedican a pescar para hacer harina. De los 5 millones de toneladas que hay en el mundo, en España elaboramos 40.000 toneladas, pero son sostenibles. Nosotros no pescamos, procesamos los recortes que no van a los envases. Nuestro objetivo es maximizar el punto de proteína siempre, buscamos cómo enriquecer la harina de pescado con la I+D.
¿Cuántos trabajadores tienen?
Somos unas 30 personas, pero hay que tener en cuenta que no somos intensivos en personal, lo somos en tecnologías. Nuestro esfuerzo es brutal para trabajar con unas máquinas que son muy precisas y muy costosas. Hay que pensar que apenas se puede aprovechar el 25% de la materia prima que nos dan.
¿Qué objetivos se marcan para los próximos años?
Nuestros objetivos pasan por la internacionalización. Dependemos accionarialmente de un gran grupo, que tiene presencia en Chile, Guatemala, Brasil... Nuestro objetivo es llegar a esas zonas y acompañar a las conserveras para darles un poco más de valor y aprovechar la carencia de esas materias primas que se están generando en el mundo.
¿Se fijan algún objetivo de facturación?
Cuando aterricé en la empresa hace tres años, facturábamos en torno a 7,5 millones de euros y hemos cerrado 2020 con 15 millones de euros. Esto ha venido junto a otros hitos como llegar a Guatemala y estamos apoyando a una conservera, Ubago, que tiene una fábrica en Cabo Verde (África) con la que tenemos una joint venture comercial, dando valor a la tecnología que ellos tienen a cambio de una parte de su producción que acabamos de elaborar en Galicia.
¿Su negocio ha despertado el interés de inversores?
En España hay seis fábricas: tres en Galicia, otra en País Vasco, otra en Andalucía (estas dos están en manos del fondo Corpfin) y otra en Cantabria. Históricamente sí ha habido mucho interés por parte de fondos de private equity, que se dedican a maximizar el valor de las compañías. Antes los márgenes con los que se trabajaban eran muy elevados, pero ahora los fábricantes quieren aprovechar hasta la espina del atún. De todas formas, es un sector muy atomizado. Sólo en Perú hay fábricas o empresas que elaboran en torno a 200.000 o 300.000 toneladas al año. En Mauritania también hay fábricas que se producen unas 33.000 toneladas al año.
¿Qué beneficios supone el certificado de Informa y 'elEconomista'?
Nos supone una mejora continua, tanto en procedimientos como en profesionalidad. Con toda la humildad posible, somos una empresa pequeñita en un mundo de gigantes. Aunque las máquinas son nuestro principal activo a la hora de elaborar un producto, las personas que formamos Conresa somos los que hacemos que funcionen esas máquinas y que nuestro producto tenga una mayor calidad y llegue a más mercados.