El 28 de diciembre de 2018 se aprobó la ley que obliga a las grandes empresas a realizar informes no financieros, es decir, que recojan información sobre aspectos ambientales, sociales, relativa al personal, el respeto de los derechos humanos, la lucha contra la corrupción y el soborno, y sobre la propia sociedad.
Unos reportes que, a partir de 2021, deberán presentar también las corporaciones con al menos 250 empleados. La relevancia de este tipo información radica en que los informes económicos ya no van a ser suficientes para poder identificar el valor económico de una organización.
Sin embargo, el gran reto que existe es que a día de hoy no hay unos estándares para este tipo de información, algo completamente fundamental. Esta fue una de las conclusiones del Observatorio La importancia de la sostenibilidad para la inversión y financiación en el entorno actual, organizado por elEconomista en colaboración con EY.
En este sentido, como explicó Alberto Castilla, socio del área de sostenibilidad de EY, "el primer esfuerzo regulatorio que se aprobó en materia contable para que todos midieran los resultados económicos de la misma manera fue en 1933 en Estados Unidos. Se estaba fijando el lenguaje económico financiero, que fue un elemento clave para la generación de riqueza y la recuperación tras el crack del 29". Para Castilla la situación actual guarda cierto paralelismo, puesto que nos enfrentamos a una época de crisis económica y de confianza, por lo que "quizá esa regulación del año 33 se asemeja a la taxonomía que prepara la Unión Europea en relación con la sostenibilidad. Ésta va a ser la fuerza que haga que nos recuperemos".
En el mes de junio el Parlamento Europeo aprobó la taxonomía europea para los activos financieros verdes, es decir, un diccionario oficial que ayudará a los agentes financieros a determinar qué actividades económicas se consideran medioambientalmente sostenibles. Como expuso José Luis Blasco, director de Sostenibilidad de Acciona, "vamos a tener una clasificación de 72 actividades que tienen unos límites y que nos están dibujando la economía del año 2050".
No obstante, la limitación de esta taxonomía es que se ciñe únicamente a los activos verdes, es decir, a aquellos que invierten con un sesgo ambiental o climático. Todavía está por elaborarse una clasificación similar para los que priorizan los aspectos sociales y de gobernanza (la S y la G de la inversión en base a criterios ASG). En este contexto, Carlos Ruiz, director de Sostenibilidad y Riesgos de Enagás, indicó que "necesitamos dotar de mayor fiabilidad y confianza a la información que reportamos. En la parte contable hay una normativa muy estricta y en la parte no financiera están empezando a crearse esas metodologías".
En su caso, Ana Claver Gaviña, Managing Director, Head of Iberia, US Offshores & Latam de Robeco, señaló que "una de las grandes complejidades a la hora de analizar compañías es que la información no financiera, pero que impacta de forma material en la cuenta de resultados, no es homogénea".
Por su parte, Manuel Fresno, director general Financiero y de Control de Gestión de ADIF, destacó la importancia de "la comparabilidad, que al menos compañías de los mismos sectores tengan una metodología de cálculo para que la información sea comparable. Uno de los principales objetivos de cualquier tipo de información, de la financiera y no financiera es que sea objetiva, transparente y comparable entre iguales. De hecho, según una consulta, el 70% de los usuarios de los reportes de información no financiera cree que las compañías no suministran adecuadamente esta información".
Eso sí, los expertos destacaron que todo este proceso requiere conocimiento. En este punto, Toni Ballabriga, director global de Negocio Responsable de BBVA, remarcó que "el principal reto que tiene la sostenibilidad es que es un set de conocimientos que para algunas compañías es completamente nuevo". Algo en lo que coincidió Alberto Andreu, Senior advisor de EY, que recalcó que "el problema es qué instrumentos tiene el consejo de administración para hacer un seguimiento adecuado de todos los aspectos de información no financiera".
De hecho, según un informe de EY el 40% de las compañías del Ibex no tiene objetivos en este tipo de materia. "Para cerrar el gap entre la información financiera y no financiera se necesitan indicadores razonablemente comunes, con sistemas de información aquilatados y sistemas de verificación existentes, con entendimiento de los conceptos materiales y, por supuesto, con el conocimiento de las materias que estamos hablando", añadió Andreu.
El riesgo climático
Otra de las conclusiones a la que llegaron estos expertos es que la sostenibilidad no es solo una cuestión de reputación, sino que la sociedad y los inversores ya demandan actuaciones socialmente responsables. Esto derivará en que problablemente empiecen a aparecer Carbon Warning o Clima Warning (semejante a los profit warning) cuando las compañías no vayan a cumplir sus objetivos climáticos.
"La descarbonización en las propias carteras de inversión es una realidad. Aquellas compañías que no estén haciendo los deberes en materia climática y de medio ambiente están expuestas a mayores multas o a valoraciones de activos que acabarán siendo 0, lo que puede generar un profit warning", señaló Ana Claver Gaviña. En esta línea, Alberto Andreu también planteó si "se suspenderá la cotización de compañías por un warning no financiero y creo que nos enfrentaremos a ello".
Lo que sí quiso recalcar Toni Ballabriga es que "esto no solo atañe a las empresas que cotizan o que son grandes. Cada vez más, va a ser relevante para todo tipo de empresas porque más allá de la presión del mundo inversor, los bancos estamos ya integrando de una forma mucho más decisiva los criterios ESG en los programas financieros con nuestros clientes". BBVA alcanzó en junio el 40% de los 100.000 millones de euros comprometidos entre 2018 y 2025 en finanzas sostenibles y para luchar contra el cambio climático. En este sentido, como añadió Manuel Fresno, "la gran diferencia en los últimos cinco años ha sido la implicación del sector financiero. Es la auténtica revolución".
Para Carlos Ruiz, los inversores y financiadores tienen que contribuir a que se cumplan dos objetivos: "Por un lado, canalizar de forma eficiente los fondos disponibles hacia aquellos sectores y actividades que contribuyan a la descarbonización de la economía y que lo hagan teniendo en cuenta objetivos de desarrollo económico y creación de empleo".
Es el caso del hidrógeno renovable que actúa como un vector energético fundamental para descarbonizar aquellas actividades de difícil electrificación como el transporte marítimo. La Unión Europea calcula que esta fuente energética satisfacerá una cuarta parte de las necesidades mundiales en el año 2050, y que moverá 630.000 millones anuales. Precisamente, el proyecto Green Hysland, coordinado por Enagás, participado por Acciona, Redexis y Cemex, entre otros, y situado en las Islas Baleares, ha sido seleccionado por la Comisión Europea para recibir 10 millones de euros, lo que supone la segunda mayor subvención concedida por este organismo a un proyecto de hidrógeno verde y la primera a un país mediterráneo.
Además de en la canalización de los fondos, Ruiz cree que "deben contribuir a incentivar con mejores condiciones de financiación a las empresas que están integrando la sostenibilidad en su estrategia y en su gestión. Estas empresas están demostrando que son más resilientes y son capaces de generar más valor a corto, medio y largo plazo".
La importancia que la sostenibilidad está adquiriendo queda reflejada en el fondo de recuperación europeo, ya que de los 750.000 millones aprobados, un 37% van a ir destinados a este ámbito. Y como recordó José Luis Blasco, "muchas compañías no se han dado cuenta de que Europa quiere ser una potencia global en la descarbonización de la economía. Para ello tiene dos mecanismos, el de la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y los fondos del Next Generation para hacer esa transformación". Por ello, como apuntó Manuel Fresno, "las empresas que no estén en esta dinámica van a perder oportunidades de financiación".
Ahora bien, para acometer este proceso es imprescindible un cambio cultural no solo a nivel de ciudadano con un cambio de comportamiento, sino a nivel empresarial. En este último caso, como expuso Alberto Castilla, "lo que más tienen en común la información financiera y no financiera es que la responsabilidad es del consejo. Por ello, desde el área financiera se tiene que romper con el mantra de lo que no está en las cuentas son cuentos, porque la demanda de financiación sostenible no para de crecer. Además, la sostenibilidad es una habilidad de gestión que va a ser cada vez más valorada".
En esto coincidió, Alberto Andreu. "Los consejos tienen responsabilidad indelegable en materia financiera y no financiera. En este punto tenemos una asignatura pendiente por hacer. La sostenibilidad hay que sacarla del terreno ideológico, porque es un debate técnico".
2020-12-12 - observatorio - EY
