Empresas y finanzas

Sentando las bases de la vivienda de mañana

  • Tribuna de opinión de Alberto Muñoz, Chief Executive Officer Inmobiliaria Espacio

Cada vez que en nuestra infancia estudiábamos las grandes pandemias de la humanidad teníamos la sensación de que eran hechos pasados, consecuencia de la falta de medios, algo impensable en nuestros tiempos.

Se han analizado todo tipo de datos de cómo la actual crisis provocada por el COVID-19 afectará a la economía y, más concretamente, de cómo lo va a hacer en el sector inmobiliario. Por desgracia, en los próximos meses este tema será trending topic, pero en vez de ahogarnos en datos y estadísticas de distintas fuentes y regodearnos en la incertidumbre de lo que está por venir, analicemos lo que estamos viviendo y sentemos las bases de la vivienda de mañana.

Y sí, me refiero a la de mañana, no a la de un futuro a medio o largo plazo que depende de materiales y procesos constructivos hoy por hoy irrealizables. Hablemos de espacios, de cubrir necesidades que tienen soluciones en el mercado actual y que no se implementan por falta de tiempo y dedicación al análisis de los detalles porque, seamos francos, lo que sobre todo estamos aprendiendo en estos días en los que nos han frenado de golpe, es a parar, a pensar, y a descubrir lo que tantas veces hemos tenido enfrente y no hemos sido capaces de mirar. Y entre todos esos descubrimientos cotidianos, nos hemos tropezado con las carencias de los lugares donde residimos, pero también hemos aprendido a valorar aquellos espacios olvidados.

"Lo que es obvio es que las prioridades en una vivienda a partir del COVID-19 van a cambiar, se valorarán otros aspectos que antes no eran prioritarios para el cliente"

Con cada arranque de ciclo entramos en una carrera de obstáculos para solicitar licencias, obtener financiación bancaria, llegar a acuerdos con fondos y negociar con proveedores, para con ello conseguir el mejor ajuste de costes de construcción y plazos; conforme avanza el ciclo, las presiones por la subida de costes y el aumento de oferta son mayores y, paulatinamente, vamos olvidando el propósito desde el que partíamos, y que cada cambio de ciclo y aviso de crisis económica nos recuerda: olvidamos al cliente. Olvidamos sus necesidades y que con cada vivienda que construimos estamos ayudando a crear un hogar, un hogar con necesidades únicas para cada uno de sus moradores.

Pero no nos equivoquemos, este sector tantas veces denostado en los medios o por la opinión pública, tiene que justificar su labor en la consecución de beneficios económicos; el problema, como en otros sectores, surge cuando esos beneficios se obtienen a costa de una necesidad fundamental como es la vivienda, y perdemos el enfoque de lo que estamos haciendo y de quién es nuestro verdadero cliente, el beneficiario de aquello que construimos.

Dejemos a un lado reflexiones de libro de autoayuda, y centrémonos en la realidad que se avecina. Lo que es obvio es que las prioridades en una vivienda a partir del COVID-19 van a cambiar, se valorarán otros aspectos que antes no eran prioritarios para el cliente y habrá que encontrar el equilibrio entre las necesidades detectadas durante el confinamiento y las que tendremos de vuelta a la normalidad. Nuevas fórmulas adaptadas a una población que va a cambiar sus hábitos de consumo, y para las que serán necesarios cambios normativos "ágiles" que nos permitan ajustar la oferta a las necesidades, funcionalidades y servicios que esperan unos usuarios inteligentes y experimentados.

"Abramos los ojos, no es tan grave estar alejados del centro urbano si ello conlleva mejor calidad de vida".

La crisis actual que estamos viviendo será un catalizador hacia una flexibilidad laboral que ya impera en muchos otros países desde hace años. Todo ello demostrará que la famosa regla de las tres L, "location location location", pierde fuerza. Si el centralismo en las grandes ciudades y la falta de flexibilidad en el planeamiento urbanístico obliga a grandes inversiones en infraestructuras y a diseños de viviendas donde prima la reducción de superficies con soluciones divididas en estancias más pequeñas y polifacéticas, gracias al camino que nos abrieron hace tiempo las nuevas tecnologías, la población media española podrá optar a espacios más amplios y más luminosos donde poder ejercitarse, teletrabajar o disfrutar de ratos de ocio. Abramos los ojos, no es tan grave estar alejados del centro urbano si ello conlleva mejor calidad de vida. Esta crisis va a hacer que veamos nuestras casas de una manera distinta, es un lugar donde podemos trabajar, disfrutar, compartir, en definitiva, pasar más tiempo del que hasta ahora hacíamos.

A partir de ahora el criterio del consumidor será más exigente, y gracias a lo aprendido querrá personalizar los productos o servicios que recibe y, sin lugar a duda, el hogar será un reflejo de su identidad. El sector inmobiliario deberá involucrar al usuario en el proceso haciéndole ver que tiene el poder del diseño de su hogar. Se optará por espacios más singularizados que requerirán mayor flexibilización en la construcción. Esto, sin estar necesariamente reñido el que estaba llamado a ser uno de los focos de las promotoras y pilar fundamental del ahorro de costes, la construcción industrializada, sí que limitará su aplicación, ya que restringe la flexibilidad a la hora del diseño y adaptación de espacios.

Hablando de pilares en este último ciclo, la eficiencia energética y la sostenibilidad eran y seguirán siendo las grandes protagonistas reforzadas por la tecnología, que ayudará a la adopción de nuevos hábitos de conducta y, en conjunto traerán mayor confort, conveniencia, control y seguridad en el día a día, facilitando que con un click se abran las cerraduras, las persianas o se encienda la calefacción...

"El futuro de la industria inmobiliaria pasa por ofrecer experiencias sensoriales y personales durante cada paso del proceso de adquisición del hogar"

El llamado "Internet de las cosas", basado en sensores y objetos permanentemente conectados entre sí que registran hábitos y se adaptan a las necesidades diarias de las personas, potenciará edificios más eficientes que cuiden el medio ambiente y controlen el gasto energético. Todo estará interconectado y en esta nueva era, donde no sabemos si perderemos los abrazos de los amigos o los saludos con besos en las reuniones de trabajo, buscaremos de forma inconsciente evitar el contacto con elementos cotidianos y con ello la domótica recuperará parte del peso perdido entre los compradores de vivienda, no sólo porque ofrezca mayor comodidad a las personas, sino porque nos ayudará a que rutinas diarias se realicen de manera automática sin interacción del usuario.

En un entorno español de post abundancia y dificultades para el consumo, las experiencias emocionales ganarán relevancia. Los hábitos van a experimentar cambios que impactarán en el futuro del mercado de la vivienda y la experiencia de venta tendrá que ir un paso más allá debiendo ser reforzada online, potenciando visitas virtuales donde el esfuerzo en medios visuales y experiencias digitales serán los protagonistas.

Igualmente, los canales de venta se verán modificados para que el cliente desde su casa pueda llegar de una forma más directa a nuestro producto con una experiencia de compra de 360º. Las nuevas generaciones están más preparadas para ello y el futuro de la industria inmobiliaria pasa por ofrecer experiencias sensoriales y personales durante cada paso del proceso de adquisición del hogar.

Afrontar este próximo ciclo de ajustes y adaptación del mercado será un reto, no sólo por el impacto económico de esta pandemia, sino porque el consumidor tendrá otras prioridades a las que tendremos que adaptar nuestras viviendas para dar respuesta rápida sobre proyectos ya en desarrollo que pueden nacer obsoletos y con pocas probabilidades de absorción en el mercado. El impacto será mayor o menor en función de las medidas que adoptemos a partir de ahora. La vida es cambio y evolución, y eso es lo que haremos. Ánimo, y sobre todo, salud!

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