
Es mucho más que una hortaliza para los gallegos. No en vano, el grelo va intrínsecamente ligado a la cultura gastronómica de una tierra en la que se sabe, y mucho, de cocina. Pote, caldo, lacon..., y, sobre todo, "donde esté un cocido con grelos, que se quite todo lo demás". Más noticias en la revista gratuita elEconomista Agro
Lo dice con la convicción de quien ama lo propio y le dedica su vida Consuelo García Álvarez, Chelo (48 años), agricultora desde hace una década que siembra 6.000 metros cuadrados para recolectar a lo largo de la temporada -entre diciembre y abril-, sobre "450 kilogramos" de esta verdura imprescindible en los húmedos y fríos inviernos de Galicia. Precisamente, explica, la recogida dura hasta que llega la primavera y las temperaturas más suaves invitan a platos más refrescantes.
La campaña está, pues, a punto de concluir para Chelo y para otros alrededor de 160 agricultores que, como ella, destinan su producción a la Indicación Geográfica Protegida Grelos de Galicia, un sello que en 2016, -según su última estadística publicada-, certificó 259.115 kilos con una valor económico estimado de 456.400 euros.
Consumo muy localizado
Ese impacto se queda en casa ya que "es un producto de consumo muy localizado en Galicia" y la práctica totalidad, tanto en fresco como en conserva, se consume en la Comunidad vehiculizado por media docena de almacenistas e industrias de procesamiento. A Vda. de Parada y J. Alvela es a la que Chelo lleva la veintena de manojos de grelos de un kilo que recolecta cada semana de forma manual "y, por lo general, sola".
De esta empresa comercializadora es socio su marido, cuya vinculación al campo fue la que empujó también a Consuelo, "después de unos años dedicada al cuidado de las hijas", a convertirse en hortelana autónoma. En Boqueixon y Vedra, municipios próximos a Santiago, cultiva casi 14.000 metros cuadrados de berzas, pimiento de padrón, judía, lechuga y, sobre todo, grelos, una hortaliza que comienza a sembrar a finales de agosto y que, dice, cuando más preocupación la da es en septiembre, durante la germinación.
"Si llueve un poco" en ese noveno mes del año, esta hortaliza silvestre que apenas requiere cuidados tiene ya buena parte del camino rodado hasta culminar en un grelo saludable, de color verde intenso, de sabor ligeramente ácido –"más suave y dulce en el caso de los llamados Grelos de Santiago" que son los que cultiva Chelo-, de textura fibrosa y de dureza muy baja que, sin duda, "aporta un sabor único" a la cocina gallega.