En el momento actual que nos encontramos, estamos inmersos en la campaña de siembra y fertilización con abonado de fondo cobrando importancia para esta fase el abonado fosfatado. El fósforo como elemento químico no tiene sustituto en sus funciones fundamentales para soportar la vida y la alimentación en nuestro planeta. Forma parte de las moléculas del ADN y del RNA, y en el aporte y acumulación de energía bioquímica a través del ATP. Más noticias en la revista gratuita elEconomista Agro
En su forma natural sólo existe como roca fosfática, y este, es un recurso no renovable y finito, cuyo consumo en los últimos 60 años se ha multiplicado por seis. Los factores que han impulsado este consumo máximo de las reservas de roca han sido el incremento de la población mundial; la revolución verde en la agricultura; el aumento del poder adquisitivo mundial que origina cambios en la dieta alimenticia; y el uso de cultivos para propósitos energéticos.
Estos factores impulsores continúan actualmente incrementando el uso del recurso finito de la roca fosfática, ejerciendo presión sobre el medioambiente. Fenómenos debidos a su mal manejo, como la eutrofización de ríos y lagos se determinaron desde los años 70, tomándose medidas clave como la reducción de fosfatos en los detergentes, medidas que mejoraron su impacto ambiental, pero que todavía no son suficientes.
Posibilidades de agotamiento
En los últimos años, la posibilidad de agotamiento de este recurso ha suscitado mucho interés en la comunidad científica y en las administraciones públicas; ejemplo de ello, es la publicación por parte de la Unión Europea del informe Sustainable Phosphorus Use en Octubre de 2013. En este informe se destaca la necesidad de continuar desarrollando balances de flujo a la utilización del fósforo, con el claro fin de conseguir identificar los mayores sumideros de fósforo, y así poder aportar una línea clara de trabajo, para mitigar los aspectos perniciosos del uso excesivo de este recurso natural.
Para minimizar y evitar estos problemas, se sugiere la adopción de estrategias de política medioambiental, en línea con las 4R: redefinir el consumo -las dietas humanas tienen mucha importancia en el consumo del fosforo-; reducir las entradas al sistema incrementando la eficiencia de todos los procesos; reutilizar -volver a utilizar los subproductos orgánicos que contengan este fosforo-; y reciclar -tomar las corrientes que actualmente se desechan para cerrar el ciclo, obteniendo el fósforo de aguas residuales o deyecciones animales-.
De los 15 millones de toneladas de roca fosfática que se consumen en el mundo cada año, 14 millones se destinan a la producción de fertilizantes minerales. Por lo tanto, se impone el estudio del aumento de eficiencia de todos los agentes implicados en el uso de los fertilizantes minerales. Gran parte de estas políticas son comunes para todos los nutrientes, y se pueden englobar en el código de buenas prácticas en el uso de los fertilizantes, resumido en las 4 C: crrecta cantidad de fertilizante -conocimiento de la cantidad de fosforo presente en el suelo y la extracción esperada del cultivo, para utilizar la cantidad de fertilizante que necesita el cultivo-; correcto tiempo de aplicación -utilizar el fertilizante a tiempo, que los nutrientes estén disponibles cuando los necesita el cultivo-; correcto lugar de aplicación -utilizar el fertilizante donde el cultivo pueda usarlo-; y correcta fuente de fertilización -utilización del fertilizante que proporcione una mayor eficiencia en función del cultivo y del suelo de la explotación-.
Fertilizantes más adecuados
La industria de los fertilizantes se centra en la última C, la fuente correcta de fertilización, es decir, en proporcionar el tipo de fertilizante más adecuado según las necesidades del suelo y cultivo. Los últimos estudios sobre la eficiencia en el uso del fósforo concluyen que esta eficiencia a corto plazo es muy baja, sólo entre el 10 y el 25 por ciento aplicado se recupera en el año del cultivo. Ahora bien, si se utilizan los métodos de balance de nutrientes, en suficiente plazo de tiempo, la eficiencia es alta, llegando hasta un 80 por ciento. Así pues, el problema fundamental de la eficiencia en el uso del fósforo en los fertilizantes fosfáticos, no es un tema de cantidad de fósforo añadido, sino de velocidad de intercambio entre el suelo y el cultivo. Se debe conseguir que la dinámica en el sistema suelo-cultivo sea favorable para este fin, el aprovechamiento integral del fertilizante utilizado. Este es el principal objetivo de la industria de los fertilizantes: proporcionar productos que se adapten a esta velocidad de intercambio necesaria.
Al contrario que en el caso del nitrógeno, donde la industria de los fertilizantes ha proporcionado una gran cantidad de alternativas desde los años 80, a partir de los conocidos como EEF -enhaced efficiency fertilizers, fertilizantes de eficiencia potenciada o mejorada-, en el caso del fósforo estas alternativas han sido más reducidas. Sin embargo, el mayor conocimiento adquirido del comportamiento del fósforo en el sistema suelo-planta, y el mayor conocimiento de la influencia de los procesos microbiológicos en el intercambio y aprovechamiento del fósforo en este sistema, han proporcionado suficiente conocimiento para poder poner al alcance de los agricultores y productores de alimentos, nuevos fertilizantes fosfáticos de eficiencia mejorada que consiguen utilizar de una forma más eficiente las unidades de fósforo aportadas, favoreciendo de este modo la rentabilidad medioambiental y económica del recurso no renovable de la roca fosfática.
No obstante, se necesita mucha más inversión en investigación y desarrollo para llegar a conseguir en estos fertilizantes fosfáticos de eficiencia mejorada lo que se está obteniendo en el caso del nitrógeno. Las nuevas líneas de trabajo de la industria de los fertilizantes se centran en desarrollar nuevos productos que consigan incrementar la eficiencia y minimizar los aspectos medioambientales.
José Luis García, jefe de producto de Fertinagro