elEconomista quiere con la presente publicación reconocer a la empresa española -grande, mediana y pequeña- que lleva sabiendo competir y estar presente en un mercado global como el actual. Gracias a estas empresas, España tiene una palanca en la que nuestra economía se ha de apoyar para la recuperación, tal y como ya ocurrió tras la recesión de 2008. Cuando llegó la anterior crisis, España tenía una balanza por cuenta corriente negativa (-4%) y en 2019 ya afloraba un superávit (2%).
Esta lectura pone de manifiesto la importancia del desarrollo de la empresa, la necesidad de reindustrializar y ayudar al tejido empresarial, y no solo con medidas económicas -ayudas, subvenciones o préstamos públicos-, sino también creando las condiciones de desarrollo óptimas, siendo conscientes de la necesidad de competir a nivel global.
El efecto de la pandemia ha sido muy notable, como resume bien la histórica caída del 11% del PIB español en 2020. El comercio exterior se vio igualmente afectado: las exportaciones se desplomaron un 10%, situándose en niveles de 2016. Sin embargo, el número de empresas exportadoras regulares -aquellas que han tenido actividad en el exterior durante los últimos cuatro años- alcanzó el año pasado un nuevo récord, tras crecer algo más del 4%. Todo ello da cuenta de la resiliencia de nuestro tejido productivo y alienta las esperanzas de una recuperación vigorosa este año y el que viene.
Como señala un reciente informe de KPMG, "nueve de cada diez empresas reconocen el impacto positivo de la actividad internacional en su facturación e imagen de marca". La actividad exterior, de acuerdo con las conclusiones de este estudio, favorece asimismo la rentabilidad, la innovación y la productividad para más del 70% de las compañías sondeadas por la consultora. El esfuerzo realizado en los años previos a esta crisis ha permitido a muchas compañías mantener una cobertura internacional amplia, clave para la diversificación del riesgo.
Consolidar la recuperación exige realizar reformas sensatas, pero éstas han de ir dirigidas a las necesidades de las empresas como motor de desarrollo y empleo, y por ello hemos de demandar al Gobierno que este sea el único criterio a aplicar y que no se tengan en cuenta, por tanto, otras consideraciones con las ayudas previstas de los fondos europeos.
Por fortuna, como acredita este especial, nuestras empresas afrontan la recuperación con los deberes hechos y un perfil solvente en el escenario internacional. En consecuencia, desde elEconomista solicitamos al Gobierno que se mantenga y refuerce lo que ha funcionado; reflexione sobre las necesidades y carencias industriales puestas de manifiesto en los últimos meses, y adopte las medidas necesarias para solucionarlas como camino seguro para obtener la ansiada cifra de crecimiento del 5,9% para 2021 y del 6,8% para 2022 que prevé la Comisión Europea.