
Convertir una idea en un modelo de negocio rentable y sostenible en el tiempo. Ese es sin duda el principal propósito que persigue cualquier emprendedor, pero en la gran mayoría de los casos no resulta sencillo. Del mismo modo, es cierto que la aparición de las startups -es decir, compañías de reciente creación y de base tecnológica- ha dinamizado el sector empresarial y, de hecho, en muchos sectores, ha supuesto una auténtica revolución -como es el caso de las insurtech en el segmento de los seguros o las fintech en el ámbito financiero-.
Aunque España se sumó tarde a este panorama, en los últimos años el ecosistema startups ha logrado acercarse al nivel del resto del Continente. En este sentido, cabe resaltar que nuestro país ha aglutinado durante 2016 algunas de las rondas de financiación más relevantes, como las de la compañía para solicitar vehículos con chófer Cabify (105 millones de euros), la firma de gafas de sol Hawkers (50 millones), la empresa de trabajo temporal Jobandtalent (37,3 millones) o la plataforma de créditos online Spotcap (31,5 millones).
No obstante y a pesar de los hitos anteriores, según el informe Startup Ecosystem Overview, elaborado por la fundación Mobile World Capital Barcelona (MWCB), las startups españolas lograron en 2016 casi un 13% menos de inversión con respecto al año anterior. Por otro lado, la inversión media por startup se ha triplicado, pasando de 200.000 euros en 2014 a 710.000 en 2016, lo que demuestra, según el director de la MWCB, Aleix Valls, un "mayor grado de madurez" del sector.
¿Existe una burbuja?
Mientras algunos actores de este ecosistema no dudan de su consolidación en nuestro país, hay voces disidentes que consideran que existe una burbuja de este tipo de compañías en el territorio nacional. Quizás influya en esta coyuntura el hecho de que el nuestro es el segundo país de la Unión Europa en atracción de emprendedores internacionales para lanzar nuevas empresas de base tecnológica -de hecho, en cuanto a ciudades, Barcelona y Madrid están en quinta y sexta posición, respectivamente-.
De este modo, aunque es cierto que su crecimiento va en aumento, también es verdad que muchas de las startups que nacen, mueren al poco tiempo. Es difícil estimar un porcentaje que lo avale y hay una gran retahíla de datos sobre ello: desde el portal online Startup Genome, afirman que sólo una de cada 12 startups lograr sobrevivir, mientras que otros estudios sostienen que nueve de cada diez cierran poco después de ser constituidas. Un crecimiento demasiado rápido, no satisfacer demandas del mercado o no conseguir financiación suelen ser las principales razones que motivan un cierre prematuro.
En este sentido y dentro del caso español, la figura del emprendedor de segunda generación es cada vez más abundante, pero suelen ser perfiles que arrastran una experiencia negativa a sus espaldas. En relación con esto, según el Mapa del Emprendimiento South Summit 2016, cinco de cada diez emprendedores españoles admiten que han lanzado más de una compañía y el 62% de ellos ha tenido algún fracaso a lo largo de su trayectoria empresarial.
Espíritu emprendedor
El espíritu emprendedor, por tanto, es persistente y ello se refleja como es lógico en el nacimiento rápido de startups. Nadie duda de ello ni tampoco de que ese desarrollo, va unido al incremento de las opciones de financiación. Llegados a este punto surge la cuestión de si se está invirtiendo demasiado capital en proyectos cuya rentabilidad es una incógnita.
De acuerdo con lo dicho, "el hecho de que haya algunos proyectos que reciben cantidades más importantes de dinero y en los que las valoraciones no se ajustan a la realidad del negocio, sino a expectativas futuras, que en muchos casos pueden parecer descabelladas, no lo niego. Pero son la excepción más que la regla", reconoce Javier Ulecia, socio fundador de la firma de capital riesgo Bullnet Capital.
Por ello, que se hayan cerrado rondas de financiación elevadas con proyectos sin apenas garantías es una prueba de que quizás se están rozando ciertos límites que alertan de un próximo estallido, similar, según algunos expertos, a la burbuja de las puntocom -a finales de las década de los años noventa, crecieron notablemente los valores económicos de las firmas vinculadas a Internet-.
Multitud de visiones
Se trata, en definitiva, de un complejo tema, en el que hay tantos puntos de vista como actores implicados. Así, Javier Megías, consejero delegado de Startupxplore, señala que "no existe una burbuja en España, quizás si a nivel mediático pero no en cuanto a inversiones ni a creación de empresas. La percepción de que hay una burbuja parte del hecho de que hace unos años estábamos muy por detrás de otros ecosistemas similares, tanto en número de compañías como en inversión, y poco a poco nos vamos poniendo a la altura".
En línea con esta percepción, María Benjumea, fundadora de Spain Startup, explica que "no hay una burbuja de startups. El emprendimiento en España ya está muy maduro y es claramente un motor para el desarrollo de la economía. Es un fenómeno que no tiene marcha atrás, no es un boom, sino que responde a un cambio en las formas de hacer las cosas a partir de ahora".