Elecciones Cataluña 2017

Puigdemont se enfrenta al juez, al rencor de ERC y al precio de la CUP

  • No está claro que sea Puigdemont quien vaya a encabezar el Govern
  • El movimiento independentista no cae tras el 21D sino que se consolida
Puigdemont y los exconsellers siguen el recuento desde Bruselas. Foto: Efe

La evaluación de los cinco años de procés que ofrece el 21D es desesperanzadora. Se reeditará un Govern independentista, con un discurso aún más radical que el que se alzó tras el 27S pero con una situación de deterioro económico y social mucho mayor. EN DIRECTO | Reacciones a los resultados de las elecciones catalanas del 21D.

El acuerdo entre los independentistas es inevitable pero en absoluto sencillo. Está por ver las heridas que ha dejado en ERC la campaña electoral, con Puigdemont huido mientras Junqueras purga en la cárcel de Estremera las sospechas de rebelión. También el precio al que tasa la CUP su apoyo, porque durante la campaña los anticapitalistas ya advirtieron que de bilateralidad nada: desobediencia y ruptura. Puigdemont necesitaría sólo la abstención de la CUP para ser investido en segunda vuelta.

Tampoco está nada claro que sea Puigdemont quien vaya a encabezar el futuro gobierno catalán. El horizonte judicial del expresident -detención y envío a prisión en cuanto pise territorio español, si es que vuelve- es lo suficientemente oscuro como para que él o alguien de su lista le exija replantearse si tiene sentido que quiera volver a ocupar el Palacio de Sant Jaume. Un argumento similar puede extenderse a los electos huidos o encarcelados. Que puedan tomar posesión del escaño, no deja de hacer absurdo que pretendan ejecer como diputados.

Evitar una lectura errónea

Pasada la campaña, no obstante, hay una serie de elementos que tienen que ser tenidos en cuenta por los independentistas.

En primer lugar, el calco de los resultados de 2015 exige que el separatismo no haga la misma lectura errónea de los mismos que hizo entonces. Si durante la campaña, el repubicano Joan Tardà reconoció que el independentismo no tenía mayoría suficiente para implementar la independencia, el porcentaje de voto obtenido ayer impone la misma conclusión. Tienen toda la legitimidad para gobernar, pero ninguna para reeditar una declaración de independencia, por muy simbólica que sea.

En segundo término, los independentistas no deben volver a sobreestimar sus fuerzas -y subestimar las del Estado-. La actuación judicial, la indolora aplicación del 155, la soledad internacional del separatismo y la fuga de las empresas han derrotado la hoja de ruta independentista. No basta con la capacidad de movilización para legitimar un proceso de ruptura tan doloroso y traumático.

En tercer lugar, el Estado debe tomar buena nota. El movimiento independentista -fuerte, activo, movilizado e irreductible- no cae y se consolida. Nada de lo que se ha hecho desde el Estado ha contribuido a rebajar la masa de dos millones de catalanes que, de forma acrítica, acepta las mentiras del relato separatista. Las instituciones nacionales deben asumir su responsabilidad en su crecimiento y solidificación e invertir tiempo y recursos en revertir su dominio del 'relato' que en Cataluña.

Un serio aviso para Rajoy

En clave nacional, el resultado catalán es un serio aviso para el conjunto del Estado y, en concreto, para el PP de Mariano Rajoy. El conflicto catalán no se diluye un ápice y, si el independentismo cumple sus promesas, piensa mantener una actitud desafiante y de máxima hostilidad contra el resto de España.

La respuesta judicial está en marcha pero convendría que, de una vez por todas, el Gobierno y las Cortes se implicaran en la solución de un problema que ya está perjudicando al bienestar y la economíai del país.

Finalmente, el éxito de Ciudadanos pone en jaque al PP de Rajoy, que no que no destaca por su agilidad política y su capacidad embaucadora. Existe una fuerza capaz de arañarle votos en el centro derecha. Un partido joven, sin complejos, con alta capacidad de comunicar y que ni tiene que pagar peajes ni tiene que avanzar lastrado por la corrupción.

El éxito de Inés Arrimadas puede disparar la ambición de Ciudadanos a nivel nacional y empujarle a mostrarse más 'contestón' y exigente con el Gobierno central, algo que sin duda irritará a Rajoy, que tendrá que hacer equilibrios para mantener el acuerdo parlamentario y presupuestario con Albert Rivera sin alimentar sus expectativas electorales.

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