
Recurría la semana pasada a esta frase que da título a uno de los álbumes de Miguel Ríos, para glosar la intervención de Felipe González en el Fórum Nueva Economía y su incorporación a la campaña socialista del 24-M. Y es hoy la irrupción en la batalla electoral de José María Aznar, la que me dicta una segunda parte de la reflexión con el mismo corolario: los viejos rockeros nunca mueren y tampoco en la política.
Y no lo hacen porque tanto uno como otro de los dos expresidentes aparecen en el escenario para intentar salvar a sus formaciones respectivas del descalabro que auguran las encuestas. Pero con la diferencia de que, mientras que Felipe González se presenta como apóstol espiritual del socialismo, Aznar acude de bombero Popular para apagar el fuego que amenaza el edificio.
Si González comparece por encima del bien y del mal y sin pretensiones ni ataduras, José María lo hace vinculado a las pasiones personales y las venganzas terrenales. E, incluso, el contraste se agudiza cuando se comprueba el esfuerzo de Felipe para arropar tanto a Pedro Sánchez como a Susana Díez, a pesar del enfrentamiento latente que ambos discípulos mantienen.
Actitud que se contrapone a la evidencia de un Aznar que se oculta en arreglar cuentas con Esperanza Aguirre y, sobre todo, con Mariano Rajoy, por los desplantes y olvidos hacia su persona y por el indisimulado desprecio hacia su mujer, Ana Botella, en su gestión como alcaldesa.
La situación que "me encontré cuando llegué al Gobierno era tan mala como la de 2011", reivindicaba Aznar, clavando un rejón al mismo tiempo en el mensaje de la recuperación que es la clave de la campaña de Rajoy. Porque el expresidente es consciente de que le han sacado del ostracismo en que se encontraba para salvar los muebles de la quema, y es muy posible que al final evite la debacle.
La incógnita está en saber qué hará después del 24. Si se volverá a los cuarteles de invierno, que no da esa impresión, o si el bombero se convertirá en pirómano para encender el fuego interno que depure a sus rivales y le vuelva a encumbrar a los altares.