Elecciones Generales 26J

Del efecto polarizador de PP y Podemos al radicalismo moderado de PSOE y Ciudadanos

Rajoy este fin de semana en Málaga. Imagen: EFE

Anguita ya le hizo en su día el servicio al PP. Aquella pinza implacable al PSOE contribuyó generosamente a la subida de Aznar al poder que retuvo durante dos legislaturas. El premio para Izquierda Unida fueron un puñado de escaños más y su parte de gloria por haber machacado a Felipe González aunque fuera en favor de los intereses de la derecha.

Ahora, quien gobierna en funciones es el PP pero el objetivo de ambos extremos parece el mismo, fulminar a los socialistas. Mariano Rajoy por haber desarrollado una inquina personal a Pedro Sánchez, que le llamó indecente en sus morros ante todo el país y su humillante "no es no". Y los de Podemos, matrimoniados de conveniencia con IU, por su fijación obsesiva de zamparse el electorado del PSOE a cualquier precio. Aunque en esta ocasión, su papel haya sido de mamporrero secundario, también ha estado de por medio el bueno de Julio Anguita con su visión esotérica de la política.

Confluyen pues los intereses del PP y de Podemos en favor de la polarización. Rajoy ya ha mostrado su estrategia en ese vídeo infame que parece haberle diseñado el enemigo y en el que trata de meter miedo con el advenimiento de la extrema izquierda a la que otorga todo el protagonismo de su rivalidad. Es la misma táctica que utilizara Esperanza Aguirre en las pasadas elecciones municipales y que hiciera grande a Manuela Carmena, una candidata que carecía de la menor expectativa de victoria. El resultado fue el hundimiento del PSOE y la adjudicación del bastón de mando a una sorprendida Carmena que no daba crédito a lo que le estaba pasando. La propia Aguirre reconocería públicamente el error de cálculo en el que había incurrido.

Quienes diseñan la campaña del PP y el propio Rajoy saben perfectamente cuáles son las consecuencias del diseño polarizador por el que han optado y los riesgos que comporta una España de extremos pero no parece importarles demasiado. Su único objetivo es sumar el mayor número de escaños posibles y mantenerse en Moncloa como si fuera un fortín.

El centroizquierda

Esas dos Españas, en la que tan empeñados están Podemos y el PP por mutua conveniencia, no coincide con la visión que describe la práctica totalidad de los estudios sociológicos y que sitúan la mayoría del electorado en el centroizquierda. Es decir que el español medio se ubicaría mayoritariamente en el espacio político que ocupan Ciudadanos y el PSOE. Este, en consecuencia, sería el territorio ganador a no ser por la irrupción de otros factores negativos que inhiben o desvían el voto. En el caso del PSOE, el más perturbador es, sin duda, su patológica crisis interna que escenifican de manera tan machacona y sobreactuada que apunta tendencias suicidas. El último episodio ha venido de la mano del secretario general del PSPV y presidente de la Generalitat, Ximo Puig, y su intención de negociar un acuerdo para el Senado y que Sánchez rechazó en el minuto uno. Puig gobierna Valencia con Compromis y ya tenía avanzado un pacto para concurrir juntos al Senado. Tenía todo el sentido, se trataba de llevar la voz y los intereses de los valencianos a una Cámara supuestamente territorial. Acuerdos similares se intentaban en Baleares y Aragón. Fue entonces cuando Podemos decide filtrar la información y hacer una oferta a nivel nacional que Pablo Iglesias sabía que Pedro Sánchez no podía aceptar. La oferta portaba una carga de profundidad destinada a incendiar de nuevo Ferraz. Además de la hoguera, la carga lograba volar cualquier posible acuerdo territorial.

En las actuales circunstancias, Sánchez no puede permitirse acercamiento alguno a Iglesias que proyecte la idea de un entendimiento en el ámbito estatal, y en eso cuenta con el apoyo de Susana Díaz. No después de que Podemos haya alcanzado un acuerdo con Izquierda Unida que pone en riesgo la posición hegemónica del PSOE en el ala izquierda del tablero político. Aunque la entente entre PODEMOS e IU se haya planteado como una UTE (unión temporal de empresas) y aunque esté por ver si la suma de siglas se corresponde con la suma de votos, el riesgo de que se produzca el temido sorpasso es real.

Un matrimonio dudoso

Ese matrimonio de conveniencia bautizado como UNIDOS PODEMOS tiene por contra un par de elementos positivos para el PSOE en el supuesto de que supieran aprovecharlos. En primer lugar, el acuerdo se ha negociado de forma tan superficial y precipitada que promete generar numerosos conflictos. Lo ocurrido con el lanzamiento en paracaídas del ex general Julio López Rodríguez en Almería y la reacción airada de la líder local de la coalición es solo el principio. Hace apenas 5 meses, Podemos llamaba tristes, antiguos y gruñones entre otras lindezas a los de Izquierda Unida y esas cosas no se olvidan. Entre Iglesias y Garzón hay un buen rollo que no se corresponde siempre con el sentir en las bases. Si los socialistas acertaran a meter el dedo en ese ojo la mitad de lo que se lo han metido ellos en el suyo, les complicarían mucho la vida.

El segundo y más importante elemento a favor del PSOE es el espacio político que el acuerdo con IU libera. PODEMOS vendió en la campaña del 20D una supuesta transversalidad renegando incluso de la etiqueta de izquierdas, habló de centralidad y de socialdemocracia. El pacto con IU certifica ahora su posición real en el espectro político, la izquierda extrema. Desde esa posición al centro político, en el que aparece Ciudadanos, se desocupa un gran solomillo electoral al que solo hay que saber ilusionar. La única fórmula para afrontar la polarización es ser radicalmente moderados.

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