
El año pasado fue atípico en las farmacias españolas debido a los problemas de desabastecimiento que sufrieron más de 1.300 medicamentos. Sería exagerado hablar de una alerta sanitaria, pero no se debe minusvalorar el perjuicio que sufrió un número importante de pacientes, dado que el 14 por ciento de los productos afectados no contaba con una alternativa terapéutica.
Por ello, urge investigar a fondo las causas de un apagón farmacéutico de estas dimensiones. De momento, puede asegurarse que en un fenómeno tan complejo como éste influyen múltiples factores, como las rigideces del sistema de fijación de precios de medicamentos en España. El margen que la legislación deja a las subidas de esa variable es tan estrecho que son varios los laboratorios que tienen dificultades para comercializar en condiciones competitivas sus fármacos.
Con todo, hay una causa más reciente, el Brexit, que debe vigilarse por su alto poder nocivo para el conjunto de la UE. El miedo a que la separación se produzca sin pacto ya hace que los británicos acaparen medicamentos, lo que provoca escasez en el Continente.
La escasez de pactos en este sector aboca a mayores acaparamientos de fármacos y a un más grave desabastecimiento
Pero todavía existe una amenaza mayor: casi 400 medicamentos se venden en la Unión Europea gracias a licencias de compañías británicas. Si esos productos están en nuestras farmacias es gracias a 2.500 autorizaciones firmadas con esas empresas.
Cambiar el status legal de esos medicamentos y evitar que desaparezcan de la UE supone un trabajo ímprobo, apenas desarrollado hasta ahora. Sea cual sea el desenlace el próximo día 29, queda claro que el Brexit presenta múltiples frentes abiertos, que Londres y Bruselas deben garantizar que tendrán una negociación separada, con sus propios plazos. Solo así se evitará una alerta sanitaria.