El presidente de honor del BBVA, Francisco González, hizo bandera de su compromiso con los valores y la ética empresariales, dejando incluso constancia física. No en vano editó libros sobre el tema, pagados con dinero del banco.
Su incoherencia fue clamorosa, en la medida en que mientras los ejemplares se repartían entre los empleados en 2011, el excomisario Villarejo seguía desarrollando su campaña de espionaje ilegal, según los documentos del expolicía.
Con todo, aún más grave resulta que, en la actualidad, González todavía viola el que se supone que es su código de conducta. Así, pese a asegurar que la reputación de la entidad es parte integral del negocio y corresponde velar por ello a todos los estamentos de la empresa, él se aferra a la Presidencia de honor.
