
España afronta un grave problema debido a sus costes energéticos, cuya solución dista de ser sencilla. En el caso del recibo de la luz, varios factores contribuyen a que la cuantía del recibo sea la sexta más elevada de la Unión. Sin duda, influyen los impuestos. Por ello, supone un avance la decisión del Gobierno de suprimir el polémico tributo sobre la generación, aunque todavía debe concretarse cómo se evitará que esta eliminación no propicie un resurgir del déficit de tarifa.
De la misma importancia que actuar sobre los impuestos, resulta también buscar métodos para mitigar la alta volatilidad del mercado mayorista eléctrico (pool), como la creación de una cesta de precios estables a medio plazo. Ahora bien, en este caso se requiere una compleja reforma que exige amplios consensos y tiempos prolongados para implementarse.
Sin embargo, es posible tomar otras medidas más sencillas, al alcance del consumidor, que pueden propiciar abaratamientos mucho más rápidos. Resulta sorprendente que sólo el 5 por ciento de los usuarios disfruten de tarifas con discriminación horaria, aunque están disponibles tanto en el mercado libre como en el regulado.
Si no aprovechan las ofertas para adaptar su consumo a las horas más baratas del suministro, es porque ignoran la posibilidad. Por ello, se perfila como una medida adecuada que el Gobierno inste a las eléctricas a informar a sus clientes de cuánto se pueden ahorrar contratando estas tarifas. Del mismo modo, también es positivo que los usuarios sepan que existe la opción de contratar un nivel de potencia más adecuado para sus necesidades reales. Se dan así pasos necesarios para que la factura de luz sea así no sólo más eficiente y barata, sino también más transparente.