Editoriales

Sobre la volatilidad del mercado eléctrico

El primer trimestre de 2018 está a punto de concluir y ya puede afirmarse que cierra con buenas noticias para el consumo de luz de los españoles. No en vano la electricidad se abarató un 6% en ese periodo respecto a 2017.

Y todo apunta a que en el segundo trimestre continuará esa tendencia, a la que se sumará el abaratamiento del gas natural y del butano. En el caso de la electricidad, la disminución del precio tiene un claro responsable: la abundancia de lluvia y viento. Ambos fenómenos tienen necesariamente impacto en un mercado mayorista eléctrico (pool) cuyo funcionamiento es marginalista. Este protocolo implica que la última tecnología que hace una oferta en el mercado impone su precio a todos los actores. Y se da la circunstancia de que el pool establece que, diariamente, deben ofertar primero las renovables, que son las más baratas.

Ahora la capacidad de las instalaciones hidroeléctricas y eólicas está en máximos, por lo que por sí solas bastan para cubrir la demanda energética. Muy diferente fue la situación al cierre del año pasado, cuando la sequía propició un encarecimiento de la luz en torno al 10 por ciento. Estos vaivenes coyunturales en el pool no pueden evitarse.

Es cierto que Energía reacciona con medidas como congelar la parte de la tarifa que regula (2017 fue el cuarto año que lo hizo), al tiempo que busca prolongar la vida de una forma de producción barata como es la nuclear. Pero ni siquiera esas acciones pueden acabar con la volatilidad intrínseca del mercado eléctrico. Por tanto, el consumidor que busque un blindaje frente a estas variaciones tiene la opción de recurrir al mercado libre eléctrico pero, hoy por hoy, esa decisión suele suponer mayores costes.

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