
Cataluña afronta mañana unas difíciles elecciones, sumidas, casi desde el mismo momento de su convocatoria, en la incertidumbre en cuanto a sus resultados y a los efectos que tendrán en el futuro inmediato de esta autonomía. Considerando lo mucho que hay en juego, llama la atención el modo en que los partidos secesionistas afrontaron la campaña electoral que acaba de terminar.
Los problemas más inmediatos, en especial los efectos que el procés ha causado en la economía catalana, apenas encontraron eco en los programas del bloque secesionista. Es más, el capítulo económico resulta marginal en las propuestas de Junts per Catalunya, mientras que ERC se limita a un plan fiscal genérico de rebajas en el IRPF y de subida de la tributación de los inmuebles de alto valor.
En otras palabras, no se da ninguna respuesta a la inquietud de trabajadores, empresas e inversores, que alimenta fenómenos como el cambio de sede de 3.000 empresas catalanas. Pero más llamativa aún resulta la reiteración, por parte del secesionismo, de gran parte de las falsedades que mantuvo hasta el momento mismo de la activación del artículo 155.
Más de una veintena de esas irrealidades se escucharon durante la campaña electoral, empezando por volver a presentar la secesión unilateral como posibilidad factible. A ello se unen otras afirmaciones igualmente infundadas, como la que defiende que la UE (o incluso la OTAN) sí reconocerá ahora esa independencia o que Cataluña ya cuenta con las "estructuras de Estado" necesarias para escindirse.
El secesionismo, por tanto, optó por volver a basar su programa de gobierno en falsedades, sin considerar el incalculable perjuicio que esa práctica supondrá para la economía y las instituciones catalanas.