
EEUU termina con la neutralidad en Internet. Como se preveía, la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC por sus siglas en inglés) determinó que el acceso a la Red ya no es un servicio público y, por tanto, no toda la información que circula por este canal debe someterse a las mismas condiciones. Así, las empresas que posibilitan el acceso podrán ofertar diferentes calidades de transmisión y poner un precio a cada una.
Uno de los pilares en que hasta ahora se ha basado Internet (la casi total gratuidad en la difusión de sus contenidos) queda así cuestionado. Poco importa que la UE abogue aún por la plena neutralidad, ya que en la Red no existen fronteras y el cambio en EEUU tendrá efectos globales.
A primera vista, las únicas ganadoras son las telecos, después de años de reprochar a tecnológicas como Google o Facebook el uso indiscriminado de infraestructuras en las que no invirtieron. De hecho, es claro que estos gigantes tendrán que sentarse a negociar tarifas para usar la Red con calidad, y esos pagos se repercutirán sobre los usuarios.
Ahora bien, sería exagerado hablar de una reducción inevitable de la libertad en Internet. Sin duda, el intercambio de vídeo bajo demanda se encarecerá, pero seguirán existiendo otros libres de todo pago (sanitarios, vinculados a servicios públicos...). Es posible, además, que plataformas de todo tipo puedan reclamar pagos por sus contenidos de calidad que los usuarios hasta ahora rechazaban. El futuro del nuevo Internet, por tanto, está por definir.