
La Generalitat catalana destinó el año pasado más de 30 millones a publicidad institucional en medios de comunicación. El Govern ha triplicado esos recursos desde 2011, año que marca el inicio de uno de los periodos más duros de la crisis. Sólo puede sorprender que en momentos así la inversión en medios constituyera una prioridad tan marcada para el Ejecutivo catalán, una Administración casi en quiebra que no dudó en recortar en servicios públicos básicos como la Sanidad.
Es más, en otras Administraciones públicas, la tendencia fue exactamente la opuesta y se afanaron en reducir al mínimo las partidas publicitarias. Como resultado, los Presupuestos del Estado sólo previeron 24,5 millones en ese capítulo para el conjunto de 2016. Se da así un desequilibrio inaudito: en ese año, la Generalitat gastó un 25 por ciento más que toda la Administración central para publicidad en medios.
No es casual que entre los grandes beneficiarios estén publicaciones alineadas con el independentismo, como El Punt Avui y Ara. Además, los mayores desembolsos los recibieron El Periódico de Cataluña y La Vanguardia (3,4 millones y 2 millones en 2016, respectivamente), diarios que sólo se distanciaron con claridad de la deriva soberanista en las últimas semanas, cuando era obvio que el desafío traspasó todos los límites y era capaz de ahuyentar a empresas e inversores.
Sin embargo, hasta ese momento, todos estos medios formaron parte de la injustificable estrategia de la Generalitat basada en comprar, con dinero público, apoyos más o menos explícitos a la causa soberanista. Se allanó así el camino para que ese fenómeno creciera hasta poner en riesgo la estabilidad económica e institucional de Cataluña y del resto de España.