
La contraopa que ACS presentó la semana pasada por Abertis ha desconcertado al Gobierno. Es sabido que el Ejecutivo veía con buenos ojos la aparición de una oferta que compitiera con la ya lanzada por la italiana Atlantia, con objeto de preservar la españolidad de la mayor concesionaria de autopistas de nuestro país y propietaria también de una empresas de interés estratégico como Hispasat. Ahora bien, el modo en que ACS articula su contraopa no responde en nada a esos intereses.
Si ganara la oferta de la constructora de Florentino Pérez, Abertis quedará absorbida en Hochtief, la filial alemana del grupo, lo que implicaría que su sede se trasladaría a territorio alemán (la ciudad de Essen) y que dejaría de cotizar en la bolsa española. Es más, tras la ampliación de capital que llevaría a cabo Hochtief, ACS ya no sería el accionista de control de la filial.
Una vez superada la sorpresa inicial por el movimiento de ACS, el Gobierno sólo puede reconocer que los antiguos argumentos en favor de la constructora, como garante de la españolidad de Abertis, esfuman. A ello se suma el hecho de que la importancia estratégica de la concesionaria está cerca de reducirse de forma drástica, después de que Abertis anunciara la venta de Hispasat a Red Eléctrica.
El hecho de que sigan en su poder varias concesiones de autopistas españolas, que perderá en los próximos años, no justificaría la de obstrucción por parte del Gobierno a la opa de Atlantia, ni a la que promueve ACS. La única solución es que gane el mejor.