
Han bastado cinco meses para demostrar que 2017 será un ejercicio histórico en lo que a recaudación se refiere. Las previsiones iniciales de un avance del 7% se están quedando cortas ante un incremento que, sólo hasta mayo, rebasa el 9%.
Sin duda, se nota de forma indiscutible el vigor del consumo, que permite al IVA recuperar velocidades de crucero que no se veían desde los años anteriores a la crisis. Histórico es también el rendimiento de Sociedades, pues su acumulado ya es superior en 3.000 millones al que arrojaba en los cinco primeros meses de 2016. En este capítulo, la causa hay que buscarla en la recuperación, y endurecimiento, de los pagos adelantados de las empresas.
Sin embargo, más allá de esta cifras, los últimos datos de ejecución presupuestaria ofrecen una faceta más preocupante: el Estado ya rebasa su objetivo de déficit para todo el año en tres décimas, hasta situarlo en el 1,4% del PIB. Es cierto que el ejercicio sólo está iniciado, a efectos fiscales, y son de esperar altibajos en los próximos meses.
Con todo, sorprende comprobar que ni siquiera una recaudación que alcanza niveles inéditos desde hace una década es capaz de frenar los números rojos de la Administración central. La explicación sólo puede encontrarse en los elevados niveles de gasto estatal, lo que delata que, con la recuperación económica, dicha partida vuelve a crecer.
La tan pregonada reforma de la Administración, por tanto, no ha dado los resultados esperados, lo que significa que el Gobierno tiene aún pendiente una verdadera labor de contención del gasto público. Al mismo tiempo, se demuestran los riesgos que implicaría que prospera el pacto contra la austeridad en el gasto en el que ayer coincidieron PSOE y Podemos.