
La ausencia de licitaciones y la paralización de gran cantidad de obras sumieron a la alta velocidad ferroviaria española en un estado de casi completa parálisis en los últimos años. Esa situación cambiará a partir de este ejercicio, gracias al "compromiso irrenunciable" con el desarrollo del AVE que Fomento ha asumido.
Se trata de una apuesta firme, que responde con rotundidad a las voces que, especialmente durante las últimas campañas electorales, se alzaron cuestionando la lógica de esta infraestructura, tal y como hasta ahora se ha desarrollado. Es cierto que España ya es el segundo país del mundo con mayor número de kilómetros de AVE en proporción a sus habitantes, sólo superado por Japón, y existen estudios que demuestran la infrautilización de una cantidad considerable de sus tramos.
Ahora bien, debe considerarse también el coste que supondría dejar inacabados proyectos a las que ya se han destinado cuantiosas inversiones y es comprensible que Fomento se afane por terminar las obras que ya están iniciadas en Galicia, Asturias, Burgos y Extremadura.
Constituye, por tanto, una buena noticia que Adif Alta Velocidad recupere el pulso perdido desde el apogeo de la crisis. Con todo, no debe olvidarse que su revitalización implica un aumento de la deuda, en concreto de 2.200 millones de euros en 2017, un 14 por ciento más con respecto al año pasado. Y es innegable que Adif muestra unos abultados números rojos, por culpa de la caída de los ingresos y del aumento de los costes del abultado pasivo, especialmente durante la presidencia de Gonzalo J. Ferre. Urge, en consecuencia, que la reactivación del operador se combine con la búsqueda, por parte del Estado, de fórmulas para controlar un endeudamiento ya muy elevado.