
Será la próxima semana cuando se conozca el dato de paro registrado correspondiente a este mes de diciembre. Con todo, las buenas expectativas sobre la campaña navideña (que se prevé histórica) permiten esperar que los Servicios Públicos de Empleo registren un abultado descenso del paro. En esas condiciones, es posible vaticinar que, en el conjunto de 2016, la caída del número de desempleados rozará las 360.000 personas. En otras palabras, se superará la de por sí muy buena marca de 2015 y este ejercicio se convertirá en el mejor de la serie histórica, que se remonta 20 años atrás.
Sólo cabe celebrar unas expectativas tan positivas, que demuestran la solidez que la economía española ha logrado construir, especialmente valiosa en un año como el presente, dominado por la interinidad institucional. También debe valorarse la contribución de la reforma laboral, que hizo posible que la creación de empleo se iniciara con tasas de crecimiento inferiores al 2%, y cuyos efectos se han reforzado ahora que el PIB rebasa holgadamente los tres puntos en su avance.
Ahora bien, el reconocimiento de esas fortalezas (que permanecerán en 2017) no debe impedir admitir que el año próximo se cernirán sombras sobre el mercado laboral español. El afán del Gobierno de centrar los esfuerzos de reducción del déficit en las empresas puede tener hondas consecuencias. El alza que soportarán en el Impuesto de Sociedades amenaza con limitar su capacidad de crecimiento y de generación de empleo. Pero todavía más pernicioso resulta el incremento de las cotizaciones sociales, ya que afecta a todas las empresas (independientemente de su tamaño) y encarece notablemente el coste de sus contrataciones.