
El año pasado será recordado en el sector farmacéutico español como aquél en el que dio un hecho hasta ahora inusual: los laboratorios otorgaron primacía en sus investigaciones de I+D a Madrid frente a Cataluña. Esta última autonomía era la sede indiscutible de este tipo de innovación en todas las estadísticas que Farmaindustria publica desde 2012, pero puede afirmarse que la tendencia viene de mucho más lejos.
Es proverbial el arraigo que todo el sector químico, y en las últimas décadas también el biosanitario en sus diversas ramificaciones, ha presentado tradicionalmente en Cataluña. De hecho, aún en 2015, absorbió el 33% (340 millones) del total de los recursos que los laboratorios destinaron ese año a investigación y desarrollo; Madrid, por su parte, se hizo con el 37% (380 millones).
En 2012, un rebasamiento así habría sido impensable, cuando el porcentaje catalán se situaba en el 52% (frente al 35% con el que se conformaba la región entonces presidida por Esperanza Aguirre). En los tres años posteriores, sin embargo, la evolución político-económica de ambos territorios no podría haber sido más diferente.
Por un lado, Cataluña se sumió en un periodo de honda incertidumbre, marcada por la deriva soberanista, varias elecciones adelantadas y prórrogas presupuestarias. Madrid, por el contrario, no sólo mantuvo la estabilidad institucional, sino que su dinamismo le permitió abrazar una política de reducción de impuestos y atracción de empresas que ha disparado su competitividad. Se creó así un medio ambiente idóneo para una inversión como la que caracteriza a la I+D, planteada en plazos largos, que el soberanismo se ha empeñado en hacer desaparecer de Cataluña.