
La interinidad en la que CNMV se encontraba sumida desde octubre llegó ayer a su fin. Economía anunció la propuesta de Sebastián Albella, abogado especializado en operaciones empresariales de Linklaters, como nuevo presidente del supervisor. Albella muestra unas credenciales marcadamente técnicas que, a priori, se antojan perfectas para amoldarse a las exigencias que la oposición en el Congreso, Ciudadanos especialmente, planteaba para los candidatos.
De hecho, los reparos del partido naranja hacia todo perfil político fueron decisivos a la hora de impedir la continuidad de la anterior titular del puesto, Elvira Rodríguez, aunque fuera de forma provisional, y pese a la buena gestión que caracterizó a la expresidenta. No obstante, el currículum de Albella presenta un innegable doble filo.
Su amplia experiencia en asesoramiento de fusiones y adquisiciones de cotizadas, sumada a su intervención en numerosas opas y salidas a bolsa, le otorga un conocimiento acerca de los mercados que, sin duda, resultará muy beneficioso para la institución. Ese mismo bagaje, no obstante, plantea dudas, en la medida en que pueden aflorar conflictos de intereses con las empresas que Albella asesoró y que ahora vigilará.
Es cierto que se trata de una objeción de carácter estético (de buen nombre), no legal, pero merece considerarse. Es, por ello, deseable que la CNMV busque mecanismos de equilibrio como propiciar que su presidente se inhiba a la hora de tomar decisiones sobre empresas con las que estableciera vínculos. En paralelo, será también conveniente velar por que el régimen de incompatibilidades se cumpla escrupulosamente cuando Albella termine su mandato y se produzca su previsible regreso al sector privado.