
El Gobierno del presidente Mariano Rajoy inicia su mandato con unas perspectivas económicas muy diferentes a aquéllas que afrontaba en 2011. Ayer lo resaltó Cristóbal Montoro. El revalidado ministro de Hacienda no sólo argumentó que ahora se le planteaba una legislatura "exigente", pero no "muy difícil" como la de hace cinco años.
También dio casi por hecho que España crecerá en 2017 más de lo previsto y será posible cumplir la meta de déficit de ese ejercicio sin acometer el ajuste de 5.500 millones de euros que, hasta ahora, parecía ineludible. No es un pronóstico descabellado.
Los datos de Contabilidad Nacional y la última EPA, ambos del tercer trimestre, muestran un vigor que permite tildar de demasiado prudentes las expectativas de crecimiento que aún maneja el Gobierno (2,9% en 2016 y 2,3% en 2017). De hecho, BBVA Research elevó ayer sus cálculos para el ejercicio que viene al 2,5%. Es, por tanto, posible esperar más del PIB en 2017, especialmente cuando la incertidumbre política se ha mitigado. Ahora bien, la experiencia enseña que no todo puede fiarse al mayor crecimiento.
Este escenario ya se dio en 2015 y 2016 y eso no impidió que la recaudación en Sociedades se desplomara. Sólo una medida de última hora, la recuperación de los tipos mínimos en los pagos adelantados de Sociedades, ha permitido reanimarla. Lo hará con creces, ya que la recaudación derivada de esta medida puede llegar a los 10.000 millones, 2.000 millones más de lo previsto. Ahora bien, se trata de un adelanto que no mitiga las ineficiencias aún inherentes de este tributo. Acabar con ellas es una de las reformas que quedan pendientes para 2017 y que, pese al mayor crecimiento, no se deben posponer.