
Iberdrola invertirá 700 millones en la construcción de dos plantas eólicas y otras dos fotovoltaicas en México. La eléctrica española demuestra así con claridad hasta qué punto sabe valorar las oportunidades que el país azteca ofrece en renovables. No en vano, desde la reforma energética de 2013, que liberalizó este ámbito, México se ha convertido en uno de los territorios más propicios para acoger infraestructuras como las que Iberdrola desarrollará.
No puede extrañar, por tanto, que la empresa lo haya elegido como el destino de la que será su apuesta más ambiciosa en renovables en toda América Latina. Ahora bien, la operación de Iberdrola tiene un alcance más amplio, en la medida en que en ella se bosquejan las líneas maestras por las que necesariamente deberá discurrir el desarrollo futuro de todo un sector.
Por un lado, el afán de embarcarse en proyectos fuera de España, en un momento en el que las renovables proliferan en los cinco continentes, se antoja irrenunciable para las empresas españolas que operan en este ámbito. Pero aún hay un rasgo más relevante en la operación mexicana de Iberdrola: la empresa llevará a cabo su inversión sin depender de ningún tipo de subvención del Gobierno. Ese hecho testimonia la fortaleza propia de la eléctrica y evidencia que, si a las ventajas que permite el actual avance tecnológico, se suma una gestión empresarial sólida, las renovables son competitivas por sí solas. Los cada vez más concursos que se adjudican, incluso en España, sin contemplar primas son la mejor prueba de que esa tendencia se consolida y debe mantenerse.