Editoriales

Sánchez debe abstenerse ante Rajoy o irse tras el fracaso vasco y gallego

En la imagen, Pedro Sánchez.

País Vasco y Galicia celebraron unas elecciones cuyos resultados cumplieron expectativas, un hecho nada frecuente en la incierta serie de procesos electivos en la que España lleva meses inmersa.

En primer lugar, como las encuestas vaticinaban, no estaba en juego la posibilidad de desembocar en una parálisis institucional como la que aqueja al conjunto de España. Desde hace días, se perfilaron los ganadores: el PP en Galicia y el PNV en Euskadi. Las bases de esos augurios eran sólidas.

Ninguno de los contrincantes de Alberto Núñez Feijóo, en varios casos completos desconocidos, estaba en condiciones de hacer frente a un rival así. No en vano Feijóo contaba ya con dos legislaturas a su espalda, terminadas con altos niveles de popularidad, pese a haberse desarrollado en lo más duro de la crisis.

Los datos lo mostraron con contundencia: el líder popular en Galicia logra su tercera mayoría absoluta consecutiva y repite los históricos resultados de 2012, al sumar 41 escaños. En lo que respecta al País Vasco, el actual lehendakari Íñigo Urkullu también partía como favorito gracias a su buena gestión, a la que añadió el acierto de desarrollar una campaña centrada en la recuperación económica y las preocupaciones más inmediatas de los vascos. Las urnas le han premiado con una mayoría más amplia (pasa de 27 a 29 escaños) y la garantía de poder gobernar con apoyo del PSE o el PP.

Pero, en segundo lugar, también se cumplen las expectativas acerca del gran alcance nacional que estos comicios tendrán. La nueva mayoría absoluta gallega supone un refuerzo para Mariano Rajoy tras la fallida investidura de este mes. Es posible que un acuerdo PNV-PP en Euskadi se traduzca en un respaldo de los peneuvistas en Madrid. Ese hecho, con todo, no es un obstáculo para que Feijóo se posicione en la vanguardia de la futura carrera sucesoria de los populares.

Ahora bien, si hay un partido para el que los comicios vascos y gallegos deberían marcar un punto de inflexión es el PSOE. Los socialistas evitaron el temido sorpasso de Podemos en junio, pero éste se ha convertido en una realidad en ambas autonomías. En Galicia, la confluencia En Marea entra en el Parlamento igualando en escaños (14) a un PSG que pierde cuatro asientos y que queda por debajo en número de votos. Pero en País Vasco, Podemos se permite marcar aún más distancias (11 escaños frente a 9), después de que el PSE, por primera vez en su historia, se vea condenado a ser cuarta fuerza política en Euskadi, equiparado a un PP que presentaba muy pocas expectativas.

El 25-S, por tanto, ha engrosado el palmarés de derrotas históricas que el secretario general socialista, Pedro Sánchez, no deja de alimentar desde diciembre. Pese al diluvio de fracasos, es aún previsible que Sánchez se empecine en mantener su negativa a que Rajoy sea investido presidente. Tras la noche electoral, queda todavía más claro que esa opción conduce a un callejón sin salida. El líder socialista puede seguir afanándose en construir una mayoría alternativa que pondría a su partido a los pies de Podemos y construir con los secesionistas un Ejecutivo tan amorfo como peligroso para la recuperación.

También puede abocar a su partido a unas terceras elecciones, en las que el hasta ahora referente de la socialdemocracia española acabaría en la irrelevancia. Ambas situaciones son indeseables, por lo que Sánchez debe exhibir responsabilidad y abstenerse ante Rajoy. Si lo juzga imposible, por la manera monolítica con la que abrazó el bloqueo al político popular, tiene que retirarse y dejar paso a un nuevo liderazgo en el PSOE.

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