
El Gobierno de Matteo Renzi se afana por que Bruselas haga una concesión inédita: suavizar, por segunda vez en un año, su meta de reducción del déficit. Busca así liberar 10.000 millones, para destinarlos al estímulo de un PIB estancado. El parón es sólo uno de los muchos problemas del primer ministro, que van desde los apuros de los bancos hasta las críticas a su gestión de los daños de los recientes terremotos, pasando por la deuda pública disparada.
Renzi afronta, por tanto, en posición muy débil el referéndum constitucional de octubre al que, imprudentemente, ligó su continuidad. Por ello, ahora está en juego, no sólo el futuro del premier sino la estabilidad política en Italia, lo que tendrá consecuencias en el resto de la eurozona.