
La abundancia de lluvia y viento que caracteriza lo que llevamos de 2016 fue crucial para que el recibo medio de electricidad muestre una rebaja del 16,5% interanual (unos 41,8 euros menos). Pero sería injusto atribuir todo el mérito a los factores meteorológicos. El efecto de estos sería nulo si no estuviese en vigor una reforma energética que permite vincular la evolución de los precios en el mercado mayorista eléctrico (pool) con los que finalmente paga el consumidor.
Este último también se beneficia del hecho de que dicha reforma puso coto al crecimiento del déficit de tarifa (la diferencia entre los costes reales y oficiales de producir energía) y el Ejecutivo no tiene que elevar la parte regulada del recibo para pagar ese desequilibrio.