
El consumidor español se enfrenta a un escenario nada habitual: las tarifas de los servicios de telecomunicaciones suben. En concreto, las ofertas integradas (móvil, fijo, Internet y televisión)de las principales telecos se encarecieron un 5% en las últimas semanas. No se trata de un movimiento aislado ya que, en 2015, España experimentó el hasta ahora único aumento interanual en el recibo del móvil desde el inicio de la crisis (y desde que hay estadísticas del sector).
Las alzas distan de ser arbitrarias, ya que se acompañan de contraprestaciones, como más minutos de llamadas o más tráfico de datos, pero lo que realmente subyace es un cambio profundo del mercado. Éste ha alcanzado una madurez incompatible con la lucha sin piedad que se desencadenó en torno a 2009.
Ahora, las telecos ya no se pueden permitir ser tan ambiciosas, en un momento en el que tendrán que acometer cuantiosas inversiones en fibra y, sobre todo, ya no soportan tanta presión, porque son menos los jugadores. De hecho, tras la compra de Ono por parte de Vodafone y de Jazztel por Orange, desaparecieron dos empresas caracterizadas por desplomar los precios.
Sin duda, la concentración tenía que influir en los encarecimientos; a sabiendas de ello, tanto la CNMC como la Comisión Europea han impulsado el surgimiento de un cuarto operador, un puesto al que MásMóvil aspira tras hacerse con los activos de los que Orange se desprendió.
Ahora bien, tardará tiempo en hacerse con el músculo suficiente. Mientras tanto, aun cuando los consumidores deben ir asumiendo que las alzas de precios llegan para quedarse, las autoridades tienen que velar por que los encarecimientos no se deban a falta de competencia.