
China rebajó sus expectativas de crecimiento para 2016 a niveles incluso inferiores al 6,9% de 2015, el cual ya despertó preocupaciones. Merece valorarse, con todo, el afán de Pekín de transmitir tranquilidad al asegurar que no se paraliza ante la desaceleración, sino que acometerá un plan de ajustes industrial.
Ahora bien, no basta con un anuncio tan general como es un recorte de 1,8 millones de empleos en sectores tan vastos como el acero o el carbón hasta 2020, o hablar de un plan de empleo de 15.300 millones de dólares. Para ganarse la confianza, China tiene que revisar su política de comunicación y ser más concreta en sus mensajes. De lo contrario, seguirá transmitiendo la imagen de que se mueve por tanteos y carece de una hoja de ruta real.